Un titular de EL COMERCIO del día sábado pasado me ha llamado la atención: según el Diario, el presidente de la espuria Corte Constitucional (el organismo que inició el descarado atropello a las disposiciones de la Constitución de Montecristi) “sorteó con habilidad política la crisis” de la Corte Constitucional. ¿A qué ‘crisis’ se refiere? ¿Cómo fue superada? ¿La amenaza de enjuiciamiento penal al Asambleísta que hizo una grave denuncia contra algunos de sus miembros implica aclararla o desvirtuarla? ¿Acaso constituye una demostración de ‘habilidad política’, arrogándose atribuciones y violando la Constitución, imponer arbitrariamente al país una improcedente consulta popular?
El Diccionario, al definir la palabra ‘habilidad’, habla de destreza para la ejecución de una tarea. Existe habilidad, en mi criterio, cuando se supera una crisis respetando las reglas previamente establecidas o se obtiene un triunfo sin atropellarlas y, por supuesto, compitiendo en igualdad de condiciones. No hay habilidad -es imperioso entenderlo- en la violación. En el abuso del poder. No hay habilidad en quien incumple su responsabilidad fundamental -respetar y hacer respetar la Constitución- y respalda, sometiéndose a intereses políticos inmediatos, un proceso de destrucción institucional. La Corte Constitucional debe actuar jurídicamente. No demostrar ‘habilidad política’.
¿La sacrosanta ‘objetividad periodística’ en la información, reclamada por la dictadura correísta, lleva a elogiar una supuesta ‘habilidad política’? ¿La violación constitucional y la arrogación de funciones -hay normas escritas que pueden ser leídas y entendidas por cualquier persona- no son más objetivamente comprobables que esa subjetiva ‘habilidad’? ¿Cuáles son, en la práctica, sus resultados? Además de soslayar una denuncia, la convocatoria, pisoteando la Constitución, a una consulta popular que a la dictadura, después de una campaña millonaria y enajenante, que se realizará con dispendio de recursos del Estado, podría permitirle intervenir en la administración de justicia y amordazar a los medios de comunicación privados.
¿Qué podemos esperar en el país si la prensa independiente, que poco a poco está siendo acorralada y sitiada, que ha sido vilipendiada y denostada, que ha sido insultada y desacreditada, que ha sido ‘acusada’ porque supuestamente responde a intereses deleznables e inconfesados de los ‘poderes fácticos’, o porque es corrupta y mentirosa o porque está integrada por ‘sicarios de tinta’ (textualmente, ‘asesinos asalariados’), encuentra una supuesta habilidad en la simple y burda amenaza, en la anulación temerosa de una resolución apresurada, en la violación constitucional y la ilegalidad, en la imposición y el abuso, en la alcahuetería y la sumisión, en la desverguenza y el cinismo?