El 7 de agosto asumió como presidente de Colombia Gustavo Petro. Más allá de ser el primer mandatario de izquierda en la historia de este país Andino y de haber sido parte de la guerrilla del M-19, ha comenzado a dar pasos positivos para resolver varios problemas estructurales que vienen del pasado y que se han agudizado en los últimos años.
Y es que Colombia está fracturada y dividida. No solo por el conflicto armado que se ha prolongado por más de seis décadas sino también por el deterioro de los indicadores sociales (desigualdad y pobreza) y económicos (desempleo, subempleo y alta inflación). Esto se pudo apreciar en las masivas protestas del 2021 frente a las medidas de ajuste aplicadas por el presidente saliente Iván Duque.
Hay un anhelo de cambio en gran parte de los colombianos frente a los problemas de la violencia, de la economía y lo social. Ante esto, Petro ha anunciado retomar los diálogos de paz. Recientemente ha afirmado que “la guerra contra las drogas fracasó rotundamente”. Esto significará un replanteo de la cooperación en seguridad con los Estados Unidos. La influencia estratégica de Washington se verá afectada frente a la presencia mucho más sólida de China en la región.
En cuanto a la economía, pese a que el desempleo, la inflación y la devaluación del peso aparecen como los problemas más significativos, las previsiones de crecimiento son positivas. De acuerdo a la OECD (junio 2022), Colombia será la economía con mayor crecimiento de la región: un 6,1% en 2022, alimentado por el repunte de los precios del petróleo.
El problema no solo de hoy sino de antes ha sido que el crecimiento de la economía y la generación de la riqueza se ha distribuido de manera inequitativa en Colombia. De ahí el anuncio de Petro de impulsar una reforma tributaria que permita mejorar la cobertura de las prestaciones sociales y garantizar un crecimiento con inclusión.
Petro se presenta como parte de una izquierda renovada que se abre paso en América Latina. Veamos si está a la altura de estos grandes desafíos.