En El País de España, a fines de octubre pasado, apareció una noticia titulada: ‘Blair pide perdón por la guerra de Iraq y la vincula con el ascenso del Estado Islámico (EI)’. Nada más simple y aparentemente noble y, al propio tiempo, qué cruel e insensible. En la entrevista, el ex-Primer Ministro británico reconoce que la información de que disponía era errónea e insuficiente y que a pesar de ello decidió hacer la guerra y, con ella, causar tanto daño.
En otras palabras: ataco, mato y torturo, “triunfo”, averiguo, compruebo que me he equivocado y pido disculpas. ¡Qué tal!
Resulta que pasados 12 años, Tony Blair, que llevó a la guerra a su país como principal acólito de Bush Jr., pide disculpas por la decisión errónea que tomó, y que cobró más de 150 000 víctimas mortales civiles, un sinnúmero de heridos, más de un millón y medio de desplazados y que solo a Estados Unidos le costó tres billones de dólares. Y, como si esto fuera poco, esta decisión, reconoce Blair, ha dado alas al peor enemigo actual no solamente de Occidente sino del mundo: el EI,una organización terrorista cruel y despiadada que cada vez amplía más su capacidad de acción y agranda su espacio territorial.
Se podrá decir que es un acto de nobleza, pero los argumentos utilizados para provocar esta oprobiosa guerra fueron tan deleznables que solo producen rechazo. Bien se sabía que las armas de destrucción masiva, sobre cuya existencia se justificó la acción bélica, no existían y que los intereses eran otros. Así se comprobó meses más tarde cuando inspectores de la ONU, que no autorizó la intervención, visitaron Iraq y se supo, también, que lo único que se perseguía era el petróleo, tal como lo reconoció Alan Greenspan, presidente del FED, en sus Memorias. Se quería, de paso, terminar con la primera guerra de Iraq de Bush padre, que se detuvo a las puertas de Bagdad sin llegar a derribar a Hussein.
Aparte de provocar irreparables daños, la guerra dio origen a una inadmisible doctrina internacional: la “guerra preventiva” o “doctrina de agresión positiva” o, simplemente, “doctrina Bush”. Esto es, un país o países pueden atacar a otro por considerar que, a su simple entender, es un peligro para su seguridad nacional. Es decir, la vuelta a la ley de la selva en las relaciones internacionales. Con esta concepción ¿cuántas guerras se podrían justificar?
Esta infame doctrina fue ya utilizada por Colombia en el gobierno de Uribe para justificar el bombardeo de territorio ecuatoriano en Angostura. Con su simple criterio de que desde Ecuador se podía atentar contra su país y sin siquiera informar ni consultar al presidente Correa, Uribe ordenó el ataque. Igual que Blair, Uribe también pidió disculpas.
Las disculpas de Blair no valen. Tampoco valdrían las de Bush y Aznar, si las pidieran, cosa que dudo.
fcarrion @elcomercio.com