“Guambra mía, cuando muera / en el fogón me has de enterrar / y cuando hagas las tortillas / ponte ahí por mí a llorar/ y si alguno te pregunta, -Guambrita, por qué llorás / decí la leña está verde / y el humo me hace llorar”. (Letra: Jorge E. Adoum. Música: Luis Alberto Valencia. Tomado de la literatura española y transcrito al idioma popular ecuatoriano. Cancionero Popular compilado por el gran maestro Gerardo Guevara).
La guambra del ser humano es la patria y la muerte. Mañana, Dos de noviembre, la Iglesia Católica celebra la Festividad de los Fieles Difuntos. Los cementerios campesinos se vuelven multicolores y en torno a las tumbas hay comidas ancestrales. Los cementerios urbanos se pueblan de lirios. En Ambato son tres las fiestas como tres tambores: la de Finados o Día de Difuntos, la de la Fruta y de las Flores, la de las corridas de toros en la Feria de Nuestra Señora de la Merced. Por la pandemia se han cerrado muchos cementerios. Sin acceso a los campos santos, las vendedoras de flores tendrán hambre. Muchos ecuatorianos se quedarán sin su colada morada, sin sus guaguas de pan. “Solo El Zamora con ellos llorará”.
Una de las tristezas más tristes del Coronavirus 19, que no ataca solamente al cuerpo sino también al rito del adiós -a Dios-, es la espera que media entre la salida del cadáver del hogar, y el tiempo interminable en que la familia espera recibir la urna cineraria. “Polvo eres y en polvo te convertirás”. Y, además, en estos casos, los pobres no tendrán el consuelo del puñado de cenizas. Para ellos, el adiós es telemático en la computadora de la injusticia social. ¡Qué mentiroso el dicho de que “La muerte nos iguala a todos!”, ya que, precisamente, en la muerte de los más pobres acecha la desolación total: Los deudos quedan como muertos, sin futuro y angustiados, más muertos que el propio muerto que ya descansa en paz. Y pensar que en la pandemia hubo ecuatorianos criminales que comerciaron con la muerte, con las bolsas para muertos; con mascarillas y remedios a que la gente palme más pronto y asfixiada … Y protestan estos antropófagos sociales cuando la Justicia los llama: -“Somos inocentes, están abusando de nosotros, están irrespetando nuestros derechos”. ¡Miserables!
También las culturas mueren, colapsan los imperios, las patrias se prostituyen, los pueblos desaparecen. Ecuador se debate entre la vida y la muerte. Venezuela está infartada. Argentina ya no “Adivina el parpadeo de las luces que a lo lejos algún día le marcaron su retorno”. No queremos morir. Entonces no muramos. En nuestras manos está el evitarlo. ¡Evitémoslo, pero todos! Si pusiéramos el mismo empeño que ponemos en cuidar la salud, en sentirnos fuertes y alegres, si lo hiciésemos para que nuestra patria saliera de su marasmo y apatía, moriríamos tranquilos y felices por no haber vivido en vano. Guambra mía: “Late, corazón… / No todo se lo ha tragado la tierra”. (A. Machado)