Estamos de vacaciones y en un estado de mente diferente mientras juego con los granos de arena entre mis dedos. Millones de granos de arena forman una playa, activos, que se mueven con las corrientes y los vientos y, de cómo estas pequeñas formas son tan parecidas a los humanos. En otras palabras, creo en la posibilidad de ser un grano de arena que junto a millones más se unan en la búsqueda de una solución, de forma tal para vivir una vida mejor.
Siempre nos quejamos del Gobierno, y no lo estoy defendiendo, tiene sus obligaciones olvidadas, como la de brindarnos seguridad y servicios de primera; y de las instituciones donde debemos hacer trámites, como ejemplo el Municipio donde, cada vez, dice la población, que la atención es peor y más lenta por lo que toman tanto tiempo los trámites, tiempo que equivale a dinero; o de la Policía que nos vuelve locos con tanta multa y a los que, como no tenemos vergüenza de comprar para librar nuestras conciencias de las fallas cometidas. Pero, ¿cuál es nuestra responsabilidad como ciudadanos conscientes ante todas estas quejas que emitimos a diario?
Pocos habrá, porque sé y creo en ellos, que nunca han acudido a la corrupción diaria para solventar sus problemas profesionales o personales, pero la mayoría cree que pagar coimas por aquí y por allá es su derecho.
Por eso creo en los granos de arena, si yo pongo el mío otro grano de arena habrá que se contagie; primero porque intento conocer la ley y no cometer infracciones y segundo, porque nunca daré un centavo a un oficial de Tránsito, un tramitador o un funcionario público. Estudio y respeto las ordenanzas municipales apegándome a ellas para no tener que pedir “favores especiales”, así rompo una cadena y alguien más copiará esta idea. Si me roban el espejo de mi auto, lo último que se me ocurre es buscar a los ladrones para re comprar lo sustraído, así me cueste mucho menos que el original que bastante le habrá costado importar al representante legal. Pero de estos que creen que ahorran, me he encontrado con varios, profesionales reconocidos, gente con cultura y educación, que no tiene miedo a “resguardar su economía” para seguir promoviendo la inseguridad, y lo dicen con orgullo. Si necesito trámites, con mi presencia, obligo a que se me brinde el servicio que merezco y no la de un tramitador. Sobre todo debo pagar mis impuestos porque son la base para el desarrollo.
Dirán que soy soñadora y utópica, pero es nuestra obligación enseñar a nuestros hijos y obligarnos a nosotros mismos, solo así lograremos multiplicarnos como granos de arena y lograr un mundo mejor y un Ecuador de todos, donde la corrupción sea el pasado y la justicia, el modus vivendi.