Análisis Internacional
Gonzalo Ruiz Álvarez / subdirector adjunto
El Presidente de Brasil, Interino, no pierde el tiempo. Se muestra audaz para tomar medidas económicas austeras pero que tienen su precio.
Apenas posesionado por, al menos 180 días, mientras se sustancia el ‘Impeachment’ de la presidenta Dilma Rousseff, acomete en un paquete de medidas de ajuste.
Michel Temer, sostiene que es posible que deba subir impuestos – allá no tuvieron terremoto – y entrar en un programa de austeridad fiscal a fin de equilibrar las cuentas públicas que se le descalabraron al cuarto gobierno consecutivo del Partido de los Trabajadores (PT).
Apenas el miércoles la Presidenta asumía la realidad de los votos en el Senado. 55 en contra, 22 a favor. Entonces se llevaba sus pertenencias y objetos personales y hasta fotografías, mientras ruidosas máquinas de cortadoras de papel destruían documentos sin cesar. ( ¿Comprometedores, acaso?).
El jueves por la tarde Michel Temer se convertía en Presidente Interino dejando atrás la alianza que le llevó al poder con Dilma. Si el Temer podrá en poco tiempo revertir la crisis está por verse. Lo que si es seguro que deberá afrontar una escalada de protesta social del PT, con miles de seguidores y despejar la sombras de la siembra de dudas que dejó Dilma en la comunidad internacional y en la opinión pública de un golpe de estado fraguado para derrocarle.
El jucio político será duro y, si se persiste en la acusación, la acción de la justicia -que en Brasil es más independiente que en otros países del continente – debe ventilar los casos de corrupción que pesan contra altos cargos de la administración del PT y las acusaciones de los manejos en Petrobras y los acuerdos turbios de las empresas constructoras con el ‘establishment’ político.
Una realidad en la que conviven desde hace décadas la mayoría de los partidos y nutren de allí los millonarios fondos para las costosas campañas electorales. . Es el reto antes de saber si Dilma retorna al palacio de a Planalto o vuelve al estado llano.