Gobernar es complejo, arriesgado, peligroso y a veces hasta fatal. Y lo es especialmente en tiempos de crisis y grandes expectativas. Con eso en mente se debe evaluar el primer año del Presidente Lenin Moreno.
Quizá lo que más llama la atención es el espectacular giro de su administración al diálogo y la tolerancia. No solo ha sido un cambio de estilo personal, sino una transición de un régimen autocrático y clientelar a uno que se propone rescatar la democracia. No solo se ha modificado el discurso, sino que convocó a una consulta popular para iniciar el camino a la institucionalización del Ecuador.
No cabe duda de que ha sido un logro la ruptura con el correísmo y la declaración de guerra total a la corrupción. Eso le ha valido al Presidente el calificativo de traidor por unos cuantos, pero el reconocimiento de la gran mayoría del país. Sancionar a los corruptos es hacer justicia. Es atender al clamor nacional.
Es indiscutible que la debilidad ha sido el titubeo respecto del proyecto económico. Es difícil y allá hay muchos intereses encontrados. Sin embargo, se debe reconocer que sí tiene coherencia el argumento de que primero había que poner la casa en orden para luego emprender la reforma económica. Queda el compromiso de que este sea el año de la productividad y del empleo. Las medidas económicas deben ante todo centrarse en la gente y no en privilegiar ajustes neoliberales.
El presidente dijo poco o nada de la política internacional. Quizá porque allí está todo por hacer. Los problemas son numerosos, pero sobre todo se debe definir una línea que potencie los intereses del país, visibilice la acción gubernamental y enfrente el embate correísta desde el exterior.
Muchas obras están en marcha y otras están pendientes, pero no puede dejarse de lado el desmantelamiento del enorme aparato estatal, pesado, caro y en algunos casos, perpetuador de la herencia del régimen pasado. Hay que recortar el gasto público, pero no detener la inversión, aún sabiendo que el sobreendeudamiento no se acaba en un dos por tres.
Para avanzar, el gobierno debería profundizar su anunciada concertación nacional. Está bien que se convoque a otros sectores, los empresarios por ejemplo, pero si el Presidente Moreno quiere mantener su vocación progresista y amplia, le conviene invitar también a los sectores sociales y a la izquierda no correísta, es decir, la que es consecuente.
Aunque Lenin Moreno tiene vocación al diálogo y rechaza las peleas, no debe enfrentarse solo a su antecesor a quien nunca le ganará en agresividad y audacia. Quienes forman su gobierno deben estar dispuestos a salir al paso en forma directa a la oposición clientelar y corrupta que no quiere perder privilegios. Gobernar es combatir decía un notable ecuatoriano. Hay que prepararse para pelear y ganar la paz.
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