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El gobierno está en deuda con los ecuatorianos porque no ha cumplido las promesas ni está dispuesto a hacer lo que demandan los ciudadanos. La oferta de vivienda era exagerada, imposible de cumplir. La ciudadanía quería ver sinceridad y eficacia en la lucha contra la corrupción, tampoco se ha cumplido. En toda la región, hay una cruzada moral en contra de la corrupción, en Brasil, México, Argentina, Perú y otros países. Después de la oleada de latrocinio de la izquierda populista, la gente quiere ver peces gordos en la cárcel y el dinero recuperado. Es absolutamente inaceptable que se calcule en USD 35.000 millones el botín de la corrupción en Ecuador y que el gobierno siga gastando igual o más que antes a costa del pueblo.
La primera pregunta de la consulta popular pedía autorización para establecer mecanismos para recuperar el dinero de la corrupción. Ahora se puede sospechar que solo era la zanahoria para hacer jalar la carreta que traía el nuevo Consejo de Participación Ciudadana y todos los nuevos funcionarios, a gusto del nuevo gobierno, lo mismo que hizo el viejo gobierno.
Los nuevos funcionarios de control no han llenado las expectativas, empezaron prometedores pero luego se han frenado; tenemos una fiscalía que solo funciona como depósito de casos o archivo nacional de denuncias de corrupción. Si no adelantan las investigaciones y los procesos, no cabe esperanza alguna para recuperar el dinero.
La lucha contra la corrupción es muy ardua, para que llegue a resultados exitosos, los adalides deben ser limpios, los jueces deben ser honrados, los investigadores capaces. Nada de esto estaba garantizado, por eso se creía que apelarían a la asistencia de Naciones Unidas. No tenían la decisión política, no tienen las condiciones, no lo harán y la decepción será irreparable, será de dimensiones históricas.
El populismo domina ahora toda América pues está en EE.UU., Brasil y México, países que representan el 60% del continente. De izquierda o derecha, el populismo gana porque así castigan los electorados a los políticos y su estela de corrupción, pero también los pueblos caen, una y otra vez, en la tentación de apelar a soluciones mágicas. En las campañas los políticos ofrecen lo que saben que nunca cumplirán y entre las promesas que no quieren cumplir está el castigo a la corrupción y la recuperación de los dineros robados.
El caso de Odebrecht puso al descubierto las dimensiones colosales de la corrupción en América Latina, ha provocado la caída de numerosos políticos del más alto nivel en Brasil y Perú, pero en los otros países nos hemos contentado con pequeños escándalos que solo han servido para cambiar de manos el poder. La corrupción no se limita a los políticos; participan jueces, empresarios, abogados, financistas y toda una fauna perversa que impide el desarrollo de los países. Solo en Guatemala, con la asistencia de Naciones Unidas, fue posible llevar a la cárcel desde expresidentes hasta jueces y abogados al servicio de los corruptos.