El gaucho malo es un ‘outlaw’, un forajido o facineroso. La historia argentina está llena de ellos; laceadores y jinetes, han plagado las pampas de terror; desconocen las leyes civiles, representan la barbarie frente a la civilización. Villanos en esencia, su fuerza bruta ha acolitado el poder de los grandes tiranos.
Es el caso de Facundo Quiroga de la provincia de San Juan, activo en Los Llanos, que resume como él y otros similares, levantaron los pilares en los que se sustentó el gobierno del hacendado dictador Juan Manuel Rosas (793-1877). Hasta el día de hoy se escucha decir que los políticos argentinos provienen de estos sectores de extramuros, estancieros minadores de la verdadera democracia y el orden político. Que han destruido sin piedad la obra de siglos, la civilización, las leyes, la libertad.
Hago referencia a la conocida novela fundacional del educador y político Domingo F. Sarmiento, “Facundo”, en la que a lo largo de la novela narra con horror el sanguinario proceder de ambos e intercala sus propios comentarios que corresponden a una gran reflexión del ansia de democracia durante el siglo XIX: “Momento grande y digno de atención para los pueblos…(cuando) una mano vigorosa se apodera de sus destinos. Las instituciones se afirman, o ceden lugar a otras nuevas, más fecundas en resultados, o más conformes con las ideas que predominan. (…) No así, cuando predomina una fuerza extraña a la civilización, cuando Atila se apodera de Roma o Tamerlan recorre las llanuras asiáticas: los escombros quedan, pero en vano iría, después, a removerlos la mano de la Filosofía, para buscar debajo de ellos, las plantas vigorosas que nacieron con el abono nutritivo de la sangre humana”.
Quedó atrás la larga y sanguinaria historia poscolonial de nuestro países americanos que pugnaron por décadas en convertirse en naciones unificadas y “civilizadas”. Si las estrategias políticas han cambiado, no así el fondo del poder unívoco, omnímodo, de apoderarse por vías distintas de la voluntad del pueblo matando sus ideales a fuerza de crear el miedo a disentir o acallándolo con dinero contante y sonante.
Nuestro personaje Facundo tras varias campañas bélicas posee otro territorio, La Rioja, lo hace como árbitro y dueño absoluto, reitera Sarmiento. “…No hay más voz que la suya, más interés que el suyo”. Facundo, los facundos, no han hecho más que consolidar el poder máximo de Rosas.
En 1835, Facundo es asesinado; inestabilidad y violencia para el gobierno de Rosas que pide la “suma de poder pública”, representación y ejercicio de los tres poderes del estado. Favor concedido. A sus opositores les hostiga en un célebre discurso: “que esa raza de monstruos no quede uno…que su persecución sea tan tenaz…que sirva de terror y espanto a los demás que puedan venir”.