Fútbol
Jugaban la final de Catar 2022 Estados Unidos e Irán. A vuelo de pájaro y antes de que el árbitro diera comienzo al partido, los equipos sobre el césped del estadio semejaban dos abanicos con los mangos en las respectivas porterías. Ambos habían escogido la misma alineación: uno en el arco, cuatro en la defensa, tres en el medio campo, tres en la delantera. / Un guardameta, cuatro defensas, tres mediocampistas, tres atacantes. Empezó el más glorioso espectáculo de todos los tiempos, superado, solamente, por el Big Bang. Lo presidían: Tamim bin Hamad Alzani, emir de Catar; el presidente de Irán Hasán Rohaní; el presidente de la FIFA, Giovanni Vincenzo Infantino; el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump y su mujer Melania.
Comenzó el juego: Corrían, cambiaban de ritmo, regateaban, imprimían velocidad, se pasaban la pelota con pases largos, con pases cortos y a un solo toque, a veces la cabeceaban; otras, la dormían con el pecho y la pateaban de bolea, - sin dejarla caer en el césped - cual misiles poderosos. ¡Gol de Estados Unidos! Gol del mediocampista Atahualpa Tamaín de la CONAIE, nacionalizado gringo. El cielo se vino abajo, fulguró el rayo del triunfo y “El trueno horrendo que en fragor revienta/ y sordo retumbando se dilata / por la inflamada esfera, / “el Gol anuncia/ que en el mundo impera.” (J. J. Olmedo).
Y vienen los gritos de los hinchas, los cantos, los abrazos, los insultos; saltan las barras y un temblor sacude el graderío: se sienten libres, se sienten niños, se sienten purificados; los pesares se han disipado, la vida vuelve a tomar sentido, somos los mejores del mundo todavía. Y el coro del Colegio Alemán de Quito, presente en el estadio, entona la canción de la alegría: “Escucha hermano la canción de la alegría / el canto alegre del que espera un nuevo día / ven canta, sueña cantando, / vive soñando el nuevo sol, / en que los hombres volverán a ser hermanos.”
Fin del primer tiempo. Los iraníes guardan absoluto silencio. Empieza el segundo tiempo, son cuarenta y cinco minutos de tensión, de miedo. El juego re-empieza, pasan diez, veinte, treinta, cuarenta, cuarenta y cinco minutos. Hay cuatro minutos de alargue. Todo el equipo iraní, portero incluido, está en el área de los Estados Unidos. Hasta que Felipe Caicedo, nacionalizado gringo, decide salvar al mundo y patea intencionalmente a un delantero iraní. Tarjeta Roja. Penal. ¡Gol! Ecuador salvó al mundo. Ojalá Trump no nos aplique sanciones económicas.
¡Salve, oh Patria, esta vez sí, mil veces!
Y ahí estaban con la bandera de México y Ecuador vestidas a lo Farah Diba, tercera esposa de Mohamed Reza Phalevi, ex Saha de Persia, su compañera en el dramático exilio, nada menos que Gabriela con Luis, Soledad con Edwin, Tania con Carlos y el alterno Luis Molina, mártires del tirano Lenín Moreno Garcés.
Y aquí sacando pecho por Independiente San Gol está aquí. ¡Michel Deller, presidente!