En la madrugada del 4 de noviembre de 2020 Donald Trump compareció ante los medios y anunció que había ganado la elección presidencial llevada a cabo el día anterior en los EE.UU. pese a que no había indicios de que así fuera. Horas antes había tuiteado que “le estaban intentando robar la elección”, tuit que fue cuestionado por la misma empresa del pajarito, que colocó una advertencia sobre la veracidad de lo que Trump decía.
Trump había dejado correr el rumor de un supuesto fraude electoral en su contra semanas antes de las elecciones y desde ese día se volvió viral, convenciendo a un gran número de sus seguidores. Las cosas escalaron de tal forma que el 6 de enero de 2021, día en que el Congreso debía certificar el triunfo de Biden, una multitud enardecida de simpatizantes del presidente en funciones, segura de que se estaba llevando a cabo una gran conspiración en su contra, invadió el Capitolio.
El hecho, inédito en un país que se precia de su fortaleza institucional, dejó a sus ciudadanos pasmados, y en su política, una severa fractura que será difícil de sanar, más aún cuando la polarización entre demócratas y republicanos solo ha ido en aumento en los últimos años, con la consecuente dificultad para llegar a acuerdos, lo que afectará la gobernabilidad de Biden. Mientras tanto, Trump, a pesar de las decenas de recursos judiciales que presentó, nunca pudo probar el supuesto fraude, aunque el daño quedó hecho.
En las elecciones del 7 de febrero de 2021 en Ecuador, luego de cerradas las juntas electorales, el Consejo Nacional Electoral (CNE), cometiendo un grave error, anunció los resultados de un conteo rápido que daba como ganador a Andrés Arauz y que ponía en segundo lugar, pero en empate técnico con Guillermo Lasso, a Yaku Pérez, dejando en el imaginario colectivo la idea de que éste sería el que pasaría a segunda vuelta. Cuando en el conteo oficial se empezó a avizorar que la tendencia se revertía y que en realidad ese puesto podría ser de Lasso, comenzó a difundirse la idea de que se estaba fraguando un fraude en contra de Pérez.
Mientras escribo este artículo aún no se sabe quien quedará en segundo lugar. Tampoco se conoce si es que hubo o no un fraude, pero de lo que sí se tiene certeza es de que quien afirma que se cometió un delito, debe probarlo, para lo cual hay procedimientos claros determinados en la Ley. Sustentar afirmaciones como esas en percepciones y fundamentarlas en tuits, generando inquietud y zozobra en los ciudadanos no es la vía. El camino es presentar pruebas de lo que se afirma para no quedar como un Trump cualquiera. Ahora bien, el CNE, a través de sus competencias, está obligado a despejar cualquier duda. Sin embargo, parece que la polarización ha ganado y que el daño al país ya está hecho.