Los bandazos que va dando el gobierno del presidente Moreno, afectan al normal desenvolvimiento del país en mucho mayor grado del que parecen creer los altos funcionarios. En un asunto tan intrascendente como el feriado el 1 de mayo, se expidieron 2 decretos ejecutivos en menos de 24 horas, debido, según se informó en su momento, a una reunión del jefe de Estado con la dirigencia sindical. La pregunta obvia es: ¿Así se cambiará cualquier decisión? ¿Todo depende de la presión que se ejerza o de la sensación de debilidad del propio gobierno?
Las explicaciones de la “gran sensibilidad” de Moreno y de su permanente actitud para rectificar lo que fuese necesario, lejos de convencer, crean mayores dudas sobre la estabilidad de las decisiones del poder. Y peor aún cuando funcionarios de segundo nivel afirman que determinado asunto no fue consultado con el Presidente y que por ello se la dejó sin efecto y sus autores fueron separados de sus cargos. ¿Significa que el Presidente decide la tasa de alumbrado público? Tamaña tontería, primero porque el jefe de Estado está para resolver asuntos de mayor trascendencia. Y, segundo, porque los ministros, dentro de su área, deben asumir sus responsabilidades, y si por razones de cualquier índole resulta improcedente o inconveniente su decisión, cumplir con una de sus funciones básicas, que es servir de fusibles y por tanto “quemarse” cuando sea necesario. El presidente no se puede quemar. A él hay que protegerlo. Y su autoridad debe ser preservada.
Parece que el propio presidente Moreno cree en su debilidad política, y, parece también, que sus más cercanos colaboradores le repiten permanentemente a la oreja su supuesta debilidad. Y no es verdad. Moreno ha legitimado el ejercicio del poder cuando se negó a ser protector de Correa y su banda. Ese triste papel le asignó el caudillo y gran parte de la ciudadanía creyó que lo cumpliría estrictamente. Pero Moreno, siguiendo las reiteradas lecciones de la historia, tan pronto asumió el poder consolidó su autoridad propia. Y, mutatis mutandi, aplicó la famosa frase del presidente Camilo Ponce respecto del gobierno del que fue parte: “no he sido designado síndico de una quiebra”.
En suma, la situación política y económica que atraviesa el país, provocada por la desastrosa conducción por parte del profesor, PhD, 14 veces doctor honoris causa, requiere un gobierno capaz, valiente, decidido, hasta audaz, que adopte las medidas necesarias en lo político y en lo económico, que permitan superar la crisis en el menor tiempo posible, que cumpla los compromisos que adquirió con el Fondo Monetario Internacional, que dé confianza a los inversores para que arriesguen sus capitales, funden empresas, amplíen las actuales, generen empleo y permitan reversar ese raquítico crecimiento de la economía previsto para los próximos tres años.