A pocos días de iniciarse el decimoctavo Congreso del Partido Comunista Chino, un hecho ha llamado la atención de la opinión pública internacional: la corrupción. El diario norteamericano New York Times acaba de publicar un reportaje en el que muestra que el primer ministro Wen Jiabao y su familia han amasado una fortuna 2,7 mil millones de dólares.
Según menciona el rotativo, en época de Mao la familia de Wen vivía en condiciones muy modestas. Su madre trabaja como maestra y su padre criaba cerdos. Hoy en día tienen inversiones en bancos, joyerías, empresas de construcción, compañías de telecomunicaciones, entre otros.
Frente a esta grave denuncia, las autoridades chinas bloquearon en días pasados el acceso a la página de Internet del New York Times, desplegando una estricta censura para impedir la difusión de esta información. Todos los comentarios publicados en Internet sobre el artículo han sido borrados por el Ejército de censores que dependen del Régimen chino.
Llama la atención que el control que antes imponía el Partido Comunista ha desaparecido. En este sentido, una de las críticas que ahora se hacen al actual Régimen tiene que ver con la necesidad de una profunda reforma política e institucional. El incremento de los casos de corrupción sería una evidencia clara de ello. Lo grave es que esto ha alcanzado a las instancias más altas del poder. El hecho de que el Primer Ministro se haya valido de su posición para acumular una ingente fortuna es delicado, mucho más cuando ha sido él quien ha hablado de profundizar las reformas políticas y de luchar por los pobres.
Esto confirma una vez más los serios cuestionamientos que se han hecho sobre el sistema político chino. A diferencia de occidente, en donde impera el capitalismo, el gigante asiático se encuentra divida asimétrica y antagónicamente entre un aparato burocrático y el resto de la sociedad. En efecto, este aparato burocrático está controlado por un grupo reducido de los miembros del partido comunista.
Lo contradictorio de China es que perviven al mismo tiempo un régimen comunista antidemocrático con un capitalismo salvaje. Pese a los altos índices de crecimiento de la economía, sus ciudadanos son objeto de una inaceptable explotación y abusiva opresión. A lo largo de estos años se ha impuesto una especie de avasallamiento ideológico de la población por parte de la élite del partido comunista. Así, el aparato de poder chino tiene las mismas taras e irracionalidades de los regímenes burocráticos occidentales. La diferencia sustancial radica en que en Occidente tiene plena vigencia la democracia y el Estado de derecho y en China no. Solo así se puede entender lo ocurrido con Wen Jiabao.