Con este título se resume el grave dilema que separa a los dos partidos políticos de los Estados Unidos sobre la forma de resolver el delicado problema derivado del déficit fiscal que -como todos conocemos- ha engendrado un endeudamiento federal muy cercano al valor del PIB.
Mientras los republicanos sostienen la tesis de no más deuda, cuyo límite actual es de 16,4 trillones de dólares y la necesidad de aplicar un fuerte recorte de gastos que reduzca el desbalance fiscal, actualmente estimado en el 7,6% del PIB y devuelva al país a una nueva etapa de equilibrio en las cuentas federales, los demócratas sostienen hacerlo de una forma más extendida en el tiempo, a fin de no poner en riesgo la débil recuperación económica, que si bien ha logrado reducir en dos puntos porcentuales la tasa de desempleo colocándola en el 8,2%, todavía tiene muestras de fragilidad y bajos niveles de confianza como para poder esperar un crecimiento superior al 2% anual.
Hace poco más de un año este tema produjo precisamente un intenso debate en el Congreso americano y ese país estuvo al borde de una declaración de mora-default para quienes les gusta ver el término en inglés-que llevó a una calificadora de riesgo a bajar su evaluación de AAA a AA por primera vez en la historia. Sin embargo, los títulos emitidos por el Gobierno siguen siendo muy apetecidos y pagan la tasa más baja del mundo.
La solución temporal alcanzada in extremis en el 2011-de un año de vigencia a partir de noviembre- volverá a remover los mercados financieros. De no existir un acuerdo, el ‘Fiscal Cliff’ significará un fuerte ajuste a aplicarse de forma automática, mediante aumentos de impuestos y recorte de gastos a partir de enero del 2013, mes en el cual se posesionará el nuevo presidente de EE.UU. El propósito de este plan es llevar el déficit a una reducción al 4% para demandar un endeudamiento menor. La contraparte podrá ser una contracción económica equivalente a la reducción de la tasa de crecimiento del PIB en un punto porcentual.
Bajo estas condiciones, las empresas no demuestran apetito en sus planes de inversión. Los han diferido y con ello acarrean problemas al mercado laboral, que requiere de una economía vigorosa para reducir su dolorosa cifra de desempleo.
Y esto forma parte del debate electoral, marcando las posiciones partidistas muy distantes a un acuerdo. Por fortuna, el dilema tendrá que resolverse algunos días después de las elecciones, pero los compromisos habrán generado una situación tensa y compleja. Lo inaudito es que ahora los republicanos defienden el equilibrio fiscal, cuando sus gobiernos, en especial de Reagan y el último de Bush fueron los que peor lo hicieron, mientras Clinton entregó unas finanzas ordenadas y equilibradas.