Hoy es uno de esos días en los que simplemente quiero sentir felicidad. No recordaré que el país ya no es de todos sino de Assange, intolerable, aunque no llegue nunca y sea pura imagen negativa para Ecuador. Por lo menos él ya es de todos mientras las funciones pilares del estado son sólo de algunos y bueno, el aeropuerto es tierra de nadie porque es imposible llegar a él. Nuestro país, a fin de cuentas, es de una élite afortunada que hace lo que quiere, como y cuando sus tripas se retuercen.
Nunca olvidaré los segundos que me dieron felicidad y me pusieron la carne de gallina cuando, Álex Quiñónez, con su genuina sonrisa y sencillos gestos, se preparaba para correr los 200 metros planos junto a los más grandes del mundo. Su valiente y esforzada carrera que le dejó el merecido y heroico séptimo lugar en el mundo. Su llegada al país y sobre todo a su ciudad natal, Esmeraldas, gracias a este logro entre gigantes, provocó un festejo inolvidable que debía repetirse en todo el país. Algarabía que no se dio porque el gobierno y, de un ministro, a quien he considerado mi héroe futbolístico, conocedor de los sacrificios del deporte y sabedor de las necesidades de los deportistas, sobre todo de quienes nacen en medios menos aventajados, hubiera, cuando se debía, donado más de su bien pagado tiempo a la preparación de nuestros deportistas y de sus necesidades durante su participación en los Juegos Olímpicos, en vez de dedicarse a la politiquería. Álex Quiñónez nos trajo una sonrisa, un momento de olvido, de todo los otros sucesos inexplicables y que pretenden enceguecernos política y económicamente. Byron Guamá, ciclista sin entrenador ni mecánico, César de Césare el abanderado recientemente nacionalizado, enfermo y sin médico; Estefanía Padilla, la tiradora cuyo uniforme es una antigüedad; Alexandra Escobar, la pesista quien compitió lesionada, todos nuestros atletas, una importante delegación, quedarán en nuestras retinas hasta dentro de cuatro años.
El gobierno y su ministro, cualquiera sea el de turno, deberán desde hoy brindarles facilidades para llegar a las primeras planas de los diarios con tanta atención, cuidado y esfuerzo, como Ecuador ha logrado con la increíble y cuestionada decisión de brindar asilo a Assange, retrasar, luego de unas “merecidas” vacaciones, la apertura de un centro de comunicación con el mundo, apropiarse de todas las funciones del Estado. Con una gran diferencia. Nuestros atletas se merecen el atento apoyo económico, sicológico, médico y demás, para que en vez de aparecer por dudosas decisiones en las publicaciones mundiales, nuestro país aparezca por su preocupación por el deporte, la educación y todo lo que alimenta el orgullo de un pueblo.