Columnista invitado
En el mundo de hoy se multiplican los mensajes que parecen noticia pero que son falsos, buscan crear confusión o son vehículos de propaganda.
El reciente documento del papa Francisco para la 52 Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, afrontó este tema con el título “Fake News y periodismo para la paz”, un texto claro y conciso.
En la larga historia de la mentira, hoy “en un contexto de comunicación cada vez más veloz e inmersos dentro de un sistema digital, asistimos al fenómeno de las noticias falsas, las llamadas “fake news”. Según el Papa, su eficacia nace, primero, de su naturaleza mimética, es decir, de su capacidad de aparecer como plausibles. En segundo lugar, estas noticias, falsas pero verosímiles, son capciosas, en el sentido de que son hábiles para capturar la atención de los destinatarios poniendo el acento en estereotipos y prejuicios extendidos dentro de un tejido social, y “se apoyan en emociones fáciles de suscitar, como el ansia, el desprecio, la rabia y la frustración. Su difusión puede contar con el uso manipulador de las redes sociales y de las lógicas que garantizan su funcionamiento”. De este modo, los contenidos, a pesar de carecer de fundamento, “obtienen una visibilidad tal que incluso los desmentidos oficiales difícilmente consiguen contener los daños que producen”.
Otra dificultad para desenmascarar y erradicar las noticias falsas es “que las personas a menudo interactúan dentro de ambientes digitales homogéneos e impermeables a perspectivas y opiniones divergentes”.
En efecto, y esto ya lo digo yo, vemos lo que queremos ver. Por eso para los que odian a Correa les pareció verosímil que se haya apresado a su suegro por narcotráfico y para los que odian a Moreno les pareció verosímil que el secuestro de los periodistas de El COMERCIO fuera falso y montaje del Gobierno. Cuando somos víctimas de este atajo mental nos limitamos a hacer caso a los datos que apoyan nuestras ideas e ignoramos la información que las contradice. Se acepta lo que parece evidente, aunque no lo sea.
Las noticias falsas revelan la presencia de actitudes intolerantes e hipersensibles al mismo tiempo, con el único resultado de extender el peligro de la arrogancia y el odio. A esto conduce, en último análisis, la falsedad. Y en las redes sociales muchos son actores inconscientes de la difusión de opiniones sectarias e infundadas. Si, al menos, reflexionásemos un segundo y valorásemos el contexto de lo que se recibe, nos resistiríamos a ser divulgadores inconscientes de la desinformación y disminuiríamos esa tendencia a la demonización que favorece los conflictos. También debemos ser activos en desvelar lo falso y, por último, limitar nuestras interacciones, salirnos de los grupos que solo se mueven de falsedad en falsedad y recuperar la libertad del corazón.