¿Para qué sirve el Estado?
Empiezo a preguntarme, ¿para qué sirve el Estado? ¿Es una entidad fallida que ha abdicado de sus tareas y está perdiendo sentido? ¿La política, es una actividad que sirve solamente a los intereses de los grupos políticos?¿Vale la pena mantener intocado ese enorme armatoste que legisla, administra, juzga y controla tarde, mal o nunca?
Se dirá que Estado es necesario, que sin él es impensable la vida social. Sin embargo, la organización política se justifica únicamente cuando sirve efectivamente a la comunidad, y si no lo hace, incurre en grave ilegitimidad, y el poder, entonces, se transforma en una estructura postiza, distante de las personas, sospechosa, y hasta odiosa.
Se dirá que la Asamblea está para expedir leyes, pero, ¿puede hacerlo según su saber y entender esa legislatura sin credibilidad? Los diputados, ¿representan a la comunidad?, ¿las leyes que dictan expresan las visiones e intereses de los ciudadanos? ¿Está representada la sociedad en el Estado? ¿La burocracia trabaja para servir a la gente, o es un sistema ejecutor del poder de las ventanillas?
Es suficiente mirar un noticiero o incursionar en las redes sociales, para concluir que la delincuencia nos agobia, que la seguridad prometida es una historia en la que nadie cree; que la legalidad es una dolorosa tomadura de pelo; que nadie se hace cargo del descalabro de las instituciones, de la liquidación del medio ambiente, del caos que se extiende. ¿Quién responde?
El Estado es necesario se dice. Pero, ¿éste Estado es necesario? Puesto a descubierto por la crisis y la pandemia, el Estado pomposo, inútil, gastador, es un artificio, un argumento para dominar, un escenario donde se cumplen los ritos de la política y de esa perversión de la democracia que es el populismo. Me pregunto, además: ¿el régimen tributario y la tendencia creciente a extraer recursos de la gente, es legítimo? Me parece que no lo es, si se compara la exacción inmisericorde, imparable, del dinero de la sociedad, frente a los resultados de la gestión pública, de la acción municipal, del deterioro de la vida social.
A estas alturas del tiempo y de las circunstancias, parece llegado el momento de pensar en un balance ciudadano, o auditoría ética, que aprecie los costos del Estado, los municipios y la infinidad de agencias, entidades, etc. etc., con los resultados de su actividad; que se compare el tamaño del presupuesto, el monto de la deuda y la funcionalidad de la burocracia, con lo que producen en términos de bienestar y seguridad ¿Se justifica la dimensión del sector público y el ingente gasto estatal? ¿Se justifica la propaganda?
Veo con pena el deterioro del centro de Quito, y me pregunto por el Municipio, por su alcalde, por su enorme burocracia. ¿Qué se hicieron?