La batalla cubana se ha trasladado a la prensa. Se trata de una contracarta. Responde, sin decirlo, a un documento aparecido en The New York Times (NYT) en sentido contrario.
Los firmantes se oponen a la nueva política cubana de Barack Obama. Les parece un peligroso error hacerle concesiones a la dictadura sin que Raúl Castro dé pasos hacia la apertura y la democracia.
En Estados Unidos hay por lo menos cinco categorías de personas que se oponen al embargo o la prohibición de que los ciudadanos norteamericanos visiten la isla vecina.
1. Las personas convencidas de que, tras más de medio siglo, la política de hostilidad ha fracasado y es preferible pasar la página, como en Vietnam o China, y suscribir la estrategia del acercamiento. O sea, declarar la paz y olvidar el pasado.
2. Los exportadores y negociantes que ven en Cuba un mercado pequeño y pobre, pero potencialmente interesante.
3. Los libertarios que piensan, basados en sus principios, que ningún gobierno debe interferir en la libertad de los norteamericanos para viajar adonde deseen y hacer negocios con quienes quieran.
4. Los simpatizantes procomunistas -pocos, pero muy activos- presentes en publicaciones como The Nation o en numerosas universidades, generalmente antigobierno norteamericano.
5. Las víctimas del muy extendido fenómeno de la “Benevolente Simpatía Superficial” (BSS).
Estos últimos, sin ser comunistas, ven a la revolución cubana con una vaga y epidérmica simpatía. Les resultan “fascinantes” aquellos jóvenes barbudos que derrotaron al ejército del dictador Batista.
En esta última categoría, a mi juicio, sustentada en esa imagen falaz y tonta, pero muy arraigada, se inscriben personas como Obama y Kerry. No son comunistas, y no desearían para su país un sistema como el que padecen los cubanos, pero observan a los Castro y a la revolución cubana con una benevolente y superficial simpatía.
A principios de los años noventa, el presidente Carlos Salinas de Gortari convocó a una isla mexicana del Caribe a Felipe González, a César Gaviria y a Carlos Andrés Pérez –todos entonces presidentes de sus respectivos países- a una discreta reunión con Fidel Castro.
La URSS acababa de desaparecer y con ese cataclismo se había esfumado el subsidio a la isla. El propósito del pequeño y distendido cónclave –probablemente alentado por González- era tratar de ayudar al dictador cubano a sortear las dificultades y facilitarle el tránsito hacia otro modo de organizar la sociedad cubana.
Todos pensaban que Fidel era un amigo. Habían perdido la facultad de entender quiénes eran sus enemigos objetivos. Gravísima limitación.
¿Padecen Obama y Kerry del mismo mal? Sospecho que sí, aunque no hay nada más opaco y contradictorio que las motivaciones. En todo caso, parece que la BSS acompaña hasta la muerte a muchos enfermos. Solo se curan los que chocan con la realidad.