Las elecciones en Estados Unidos son difíciles de entender si se desconocen dos factores claves: primero, la historia del federalismo, desde sus inicios. Es un modelo político consolidado durante casi cuatro siglos a base de la autonomía de los estados de origen constitucional y fundacional; en segundo término, el intrincado proceso del voto indirecto; la instancia del colegio electoral y la ausencia de proporcionalidad de los votos ciudadanos en cada uno de los estados, salvo Nebraska y Maine. Un sistema que parece una chapa oxidada, pero es custodia de cualquier irrupción populista en la primera potencia del planeta. Como toda experiencia política existen errores y contradicciones, aunque esta vez como nunca, se percibió algo parecido a un abismo.
La diferencia es radical con América Latina donde el federalismo es una broma, pues nunca se rompe la relación directa de los ciudadanos con el caudillo. Por eso se explica los casos de Castro, Perón, Trujillo, Somoza, Chávez y en menor rango Velasco Ibarra o Raúl Haya de la Torre, sin contar con las dictaduras militares.
Por pocos sufragios directos de los ciudadanos se eligen a una inmensa cantidad del Colegio como sucedió en Pensilvania. Por eso, hay que insistir en el sistema electoral estadounidenses cuya cúspide es una extraña figura que se denomina “Colegio Electoral”. No es ni un tribunal ni instancia administrativa. Simplemente convoca a los delegados electorales- compromisarios- recibe los votos y proclama el resultado de la elección para el cargo de Presidente de la Unión; para extremo de esta singularidad, el procedimiento es solo para el Presidente la nación no para la legislatura. ¿Vacuna contra el caudillismo?
Por eso, de manera comparativa es importante considerar el caso con los países de América Latina. En estos, la amalgama o matrimonio entre el pueblo y el líder es directa con mucha semejanza al fascismo y el nazismo. Por eso, siguiendo los precedentes históricos, Europa Occidental resolvió el dilema democrático con variantes del parlamentarismo en lugar del presidencialismo. Rusia es otra cosa: siguió la ruta del zar.
Las tensiones que a nivel mundial se han producido con motivo de las elecciones en EE.UU. permiten predecir a importantes académicos que, en ese país, luego de las elecciones, se implantará una peligrosa polarización política. Desde otros ángulos resulta difícil admitir la hipótesis por algunos antecedentes. Salvo la causas y desarrollo de la Guerra Civil de 1865: norte- sur; liberales y esclavistas no ha existido un proceso de polarización. No hay razones, ideológicas, políticas o religiosas que lo expliquen o justifiquen. Ni el color de la piel ni la migración latina o asiática. Por el contrario, el control de la pandemia de covid-19 y las presiones hegemónicas de Rusia y China obligarán a una coherencia nacional más allá de los colores azul y rojo, el burro y el elefante.