Una ambiciosa exposición temporal en el Centro Cultural Metropolitano –“Espíritu de Red: Intelectuales, Museos y Colecciones en Ecuador. 1850 1930”- nos prende la alerta sobre la debilidad institucional cultural que ha existido (y aún existe) en la historia republicana y moderna del Ecuador.
Con el apoyo de videos, registros sonoros, cédulas explicativas, volantes, la exhibición despliega 1000 objetos científicos y artísticos que muestran el nacimiento del coleccionismo, inicialmente de gabinete, y como este se vincula a la creación de museos públicos; al montaje de laboratorios de ciencia en los colegios nacionales, como el Vicente León en Latacunga o la Politécnica; o al coleccionismo extractivo de extranjeros científicos, el naturalista Richard Spruce y sus muestras botánicas que pararían en museos europeos.
Los curadores y productor –Malena Bedoya, Fabiano Kueva y equipos- destacan las voces de un Otro silenciado, el curandero Perdomo o el artista Juan Agustín Guerrero quien recupera las notas del yaraví, conocimiento local y praxis que se desconoce en los libros de ciencia. Su proyecto es un ejercicio curatorial de desconolonización de la noción de creación de conocimiento y su circulación. Cómo construimos la idea de nación a través de nuestra participación en ferias o exposiciones internacionales como la Hispano Americana de Madrid en 1892; los intentos de nacionalización de las Galápagos o el abordaje antropológico, etnográfico y finalmente político de la desconocida región amazónica. Y al centro, centro, los intelectuales que en un “espíritu de red” lograron importantes avances desde sus distintos lugares del conocimiento: el historiador Federico González Suárez a quien se rinde un merecido homenaje a sus 100 años de muerte; a los arqueólogos Jacinto Jijón y Caamaño y Max Uhle, entre otros.
Espíritu de red y buenas voluntades que hicieron patria, que construyeron en medio de una gran precariedad pero que paralelamente fueron testigos de las débiles bases institucionales que provocaron el que los políticos de oposición destruyeran importantes avances, así como los voraces incendios que sucedieron, el de 1929 que sepultó uno de los espacios del saber más importantes del país, la Universidad Central y sus colecciones. Este incendio cierra la exposición y abre nuevas interrogantes sobre el Museo Nacional, clausurado hace años. Ahora, señores políticos, necesitamos transparencia, modelos de gestión cultural actualizados, herramientas ad-hoc, no más improvisaciones, guiones sesudos, no gastos desmedidos, si equipos profesionales. No hagan de nuestro Museo un nuevo botín político.
Enhorabuena por una muestra realizada por profesionales serios, honestos y que desde nuevos espacios proponen una patria nueva, cuestionadora, crítica, descolonizada.
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