Las Fiestas de Quito son un feriado más. Ya no son una fiesta.
Parecería que hoy son una ocasión adicional para que algunos jóvenes beban más de lo usual.
Claro que al dejar de ser una fiesta, la economía de estas fechas se transformó completamente. La participación de cualquiera mayor de 26 o menor de 17 años desapareció, quedando sólo espacio para los “botellones” de jóvenes y adolescentes.
Por cierto, la palabra botellones viene de la península ibérica y la misma Real Academia de la Lengua los define como una “reunión al aire libre de jóvenes, ruidosa y generalmente nocturna, en la que se consumen en abundancia bebidas alcohólicas”.
De manera que parecería que abandonamos una costumbre de raíces ibéricas (las corridas), para reemplazarla por otra costumbre con orígenes similares (los botellones). Triste sustitución.
Ahora, si grandes grupos gastaban (mucho o poco), en esta fiesta que ya no hay, entonces, ¿a dónde se fue la plata? Complicadísima pregunta, pero una reciente conversación me dio algo de luces.
Buscando información sobre el tema, consulté a una amante de las corridas que me dijo “a mi, la ausencia de la Feria me ahorró” y dio una cifra muy alta. Ante eso no pude hacer otra cosa que repreguntar, “pero… ¿y por qué y en qué gastabas tanto?”.
Un silencio fue seguido por un suspiro melancólico y luego vino la respuesta con tono de añoranza “es que me encantaban y entre las entradas, las empanadas, los taxis, el restaurante, el baile, la cervecita de la tienda, las propinas y el canelazo, se me iba plata y pasaba lindo. Y los sánduches de pernil…”.
“O sea, quisieras gastar, pero terminas ahorrando porque no puedes gastar”, fue mi insistencia, buscando más precisión y rigurosidad en la información. Un “ajá” distante confirmó mi sospecha.
Claro que cuando una dama dice “ajá”, lo que realmente está diciendo es “obvio, no preguntes y repreguntes tanto, ¿que no te das cuenta que no quiero seguir con el tema?” (pero bueno, eso de conocer la diferencia entre lo que una dama dice y lo que se debe entender es un tema para varios otros artículos, pero no para este).
Es mucho lo que se dejó de gastar en las fiestas de Quito y ese dinero a algún lado debe haberse ido. Todo indicaría que no se quedó en la ciudad, porque al ser un feriado más, la gente no se queda en Quito para festejarla, sino que aprovechan la vacación para ir a otros sitios.
Luego de cambiar de tema, en mi diálogo con la dama taurina, algún momento pude volver al objetivo inicial e hice una pregunta final “¿y en qué gastas ahora ese montón de plata?”. “¿En ir a la playa, supongo?”, fue la cortante respuesta. Al buen entendedor, pocas palabras.