Parecería ser que el Ecuador de hoy cuenta con una población indolente frente a su propio destino. Es posible que el resultado de esta apreciación se deba a la frustración histórica causada por el devenir político y sus nefastas consecuencias a nivel económico y social.
Lo cierto es que, de cara a las próximas elecciones presidenciales, el votante no encuentra un candidato por el cual logre entusiasmarse.
Y mientras el país no encuentra un rumbo claro para fomentar la inversión extranjera que permitan crear nuevas fuentes de trabajo, el escenario político resulta aburrido y poco alentador. A ello, hay que añadir que, fruto de la pandemia generada por el corona virus y el obligatorio aislamiento social por el que atravesamos, las campañas electorales tendrán que utilizar plataformas de marketing electoral totalmente diferentes a las que usualmente estaban acostumbrados.
Es por ello, que el camino para los candidatos se vuelve cuesta arriba. El marketing y la estrategia política ha cambiado así como también cambió el perfil del electorado puesto que hoy un importante porcentaje del electorado (alrededor del 44%) corresponden a población comprendida entre 16 y 35 años; un segmento poblacional poco entendido por los actuales candidatos y al cual muy poca atención se prestado puesto que sus aspiraciones laborales se encuentran altamente amenazadas por la apática realidad económica y a la menguada actividad comercial en la que actualmente vivimos.
En este contexto, se podría pensar que la clase política (una casta separada de la población) no nos representa. Y no logra representarnos porque de cara a la luz pública esta se conforma de líderes políticos cuyos intereses sobrepasan y se superponen a los intereses generales de la nación y porque hasta ahora quienes pretenden gobernarnos no cuentan con una visión clara de lo que se debe hacer frente a los males que aquejan al país, tanto en el orden moral como en materia ética que se debe perseguir como principio fundamental para re enrumbar al país.
Es hora de trazar un mapa, un camino de acción, un modelo de país inclusivo, no discriminatorio, en el cual se valoren con el mismo peso y con la misma importancia las contribuciones que genera el empleado y el empleador, el empresario y las fuerzas sociales pues todos son ejes y piezas fundamentales dentro del aparato social y productivo de un país.
Parecería ser que el Ecuador de hoy cuenta con una población indolente frente a su propio destino. Una indolencia generada, quizá, por su estado de indefensión, porque no hay políticas claras, de largo plazo que generen estabilidad y confianza para la inversión privada y su consecuente generación de plazas de trabajo. Y mientras esto no suceda, la apatía y el desgano se reflejarán en las urnas en las próximas elecciones.