Hace ya muchos años, el tema de Eros en el arte ecuatoriano precolombino captó el ojo del ex Banco Central; la muestra viajó dentro y fuera del país. Desde la misma institución, inicialmente en el Centro Cultural Simón Bolívar, Guayaquil, y en la actualidad en Cuenca en el Museo Pumapungo, el tema vuelve a la palestra como “Erotopias”.
El espectro se amplía, recoge 4 000 años de arte erótico, desde la etapa precolonial hasta el presente, el acento puesto en el arte moderno y contemporáneo de Ecuador. Su curador, Cristóbal Zapata, con una mirada masculina y su fascinación por la literatura erótica, entremezcla obras -unas espléndidas, otras pocas, más bien, de mediana calidad- de un arte que representa el deseo sexual y el coito. Divide a la muestra en seis vías: “Venus revisitada” o visiones del cuerpo femenino; “Adanes”, sobre el cuerpo masculino; “Edenes” o los paraísos urbanos modernos (burdeles y moteles); “Cuerpos recreados” en el travestismo o la homosexualidad; “Priapismos”, como expresiones ceremoniales o lúdicas, y finalmente “Relaciones copulativas”.
El montaje en Cuenca es magnífico y permite apreciar las obras con cuidado. Recorriéndola pienso en el Eros mitológico, aquel impulso creativo, la luz primigenia que surge tras el Caos primordial y que apoya a Afrodita. Recuerdo que en algunas tradiciones Eros es el patrón del amor entre hombres; Afrodita del amor entre hombres y mujeres. Y continúo mi recorrido. Los pequeños y profundos ensayos del catálogo, parte del discurso museológico, amplían el conocimiento de obras y autores y enriquecen la lectura de complejo tema. Un hito que se sumará a la aún modesta literatura histórico artística en el país.
Inquietudes al canto. Me pregunto dónde podríamos hallar la mirada de la mujer frente al desnudo masculino, más allá de la mirada sobre sí misma, representada en la muestra. El mundo está inundado de la visión masculina… Quizás haya que investigar el arte del video u otros para encontrar nuevas propuestas desde la otra orilla. Me hacen falta las lascivas magdalenas o los afeminados san sebastianes de la época colonial donde se intentó reprimir la sexualidad. Se colaron, sin embargo, hermosas escenas de ardor sexual en los belenes o en la representación de las estaciones de Miguel de Santiago.
El tema da para muchas muestras más. Cabe celebrar que el Gobierno haya auspiciado esta puesta en escena, que recorra el país, que la acompañe con un catálogo y una muestra de cine erótico. Esperemos que no sea uno de aquellos chispazos momentáneos sino que se convierta en política pública la investigación y curaduría de los ricos fondos de nuestros museos nacionales. El público no puede imaginar la riqueza que reposa en sus reservas y bodegas, obras nunca expuestas, muchas veces mal cuidadas, enmudecidas por el tiempo y la incuria.
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