Que los textos de la Constitución vigente deben ser sometidos a revisión porque se hallan plagados de errores de lenguaje, según sostiene la ilustre académica doña Susana Cordero de Espinoza, es la tapa. A lo cual hay que añadir que por el vocabulario raquítico que nos caracteriza los circunloquios hacen que buen número de aquellos textos no los entienda ni Dios. Sobra decir que a quienes redactaron tal engendro no les faltó ese tufillo demagógico, iniciado entre nosotros por César Montúfar, cuando se pasaron por la bartola que el masculino es ‘el género no marcado’ que abarca hombres y mujeres cuando se hace una referencia que incluya a ambos’: “Dejad que los niños vengan a mí”, “Ruega por nosotros los pecadores”, “Perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.
“La degradación del español y el ocaso del hombre racional” es el título de uno de los grandes ensayos de Demetrio Fábrega, linguista de aquellos que deambulan insomnes por los páramos y trópicos iberoamericanos. Matemáticas y lectura son las materias en las cuales los estudiantes de nuestros países en los concursos internacionales compiten para ocupar los últimos puestos. Que el ejercicio de las precisiones matemáticas conduce al desarrollo del pensamiento lógico tiene implicaciones que van desde las cumbres filosóficas al simple hecho de pensar y luego expresarse para que le entienda con la mayor precisión el prójimo común y corriente. Es en tal coyuntura en que se constituyen en aliados para un mismo propósito las matemáticas y el idioma, el pensamiento lógico y la palabra, digamos que la lectura enriquecedora, y no el lenguaje de chateo telefónico y de internet que los degrada.
Cuando tales fuentes no llegan a niveles razonables, los textos que se deben leer, por bien pensados y bien escritos, resultan incomprensibles y no solamente por los verbos y adjetivos inusuales sino por el decurso de situaciones que responden a razonamientos que se les escapa. Que a uno de nuestros desventurados niños y jóvenes se les pida un resumen entendible de lo leído, poco menos que imposible: con el caos mental que se arma, se inicia el ocaso del hombre racional. A lo que conduce la degradación del español es a la irracionalidad con la que actúan las sociedades iberoamericanas en su conjunto, y que se manifiesta entre otros extremos por la devaluación de las palabras. “Llegaremos a las últimas consecuencias”, en el entendimiento de que nunca se llega a nada. “Moriré en el intento”, y hallarse preparado para salir volando. “Homenaje al pionero”, y en la sesión pública organizada por una sociedad científica, los galardonados todos los miembros que habían llegado a la tercera edad: todos contentos, el pionero estupefacto. Así, ¿quién se entiende?, ¿cómo llegar a consensos? Papel mojado los textos constitucionales.