Para entender lo que pasó el domingo 5 de febrero de 2023, hay que acudir al ajedrez en una jugada clásica conocida como enroque, en que por estrategia defensiva se cambia de posición al rey con la torre.
Este movimiento doble del ajedrez ayuda a entender el juego político en el Ecuador que dio por resultados ganadores, perdedores y también a ganancias parciales de terceros. Si superamos la dogmática de los números contabilizados de los sufragantes, es posible percibir tácticas y estrategias que no contienen las urnas.
Por eso, advirtiendo el uso del enroque se ha producido un cambio de posiciones en el correísmo –triunfador absoluto de la lid– y el gobierno, desechando cualquier participación del PSC.
El primer indicio lo dio el presidente de la República en los días previos de los comicios, cuando atacó frontalmente a la alcaldesa Cynthia Viteri, abriendo en consecuencia un frente de conflicto con el PSC.
Debe agregarse el sorpresivo resultado de la consulta popular en que todas unánimemente fueron negadas; sin duda, un extraño resultado en un cuestionario tan variado. Si la hipótesis se verifica en la realidad del futuro inmediato, se habría canjeado la estabilidad del gobierno con la fortaleza para que el correísmo piense en una fuerte candidatura presidencial y legislativa.
Aunque no se llegue a un cogobierno, las elecciones de 2023 podrían haber logrado una estabilidad del régimen sin recurrir a la muerte cruzada, o en su lugar a un juicio político y en una situación muy similar a la del vecino Perú.
Otra situación que nos permite el lapso hasta las presidenciales de 2025, es que sin que se realice ningún cambio legal, se produzca una variación sustancial de las campañas electorales.
De la misma manera que la tarima fue relegada al pasado, la circense campaña de carteles y paredes pintadas deberá ser archivada por inútil y sustituida por una campaña de redes, donde la comunicación pueda ser directa y contagiosa, y diferente al proselitismo político. El pueblo ecuatoriano pasó la edad infantil de contagiarse por la despreciable visualidad de un cartel.