La encrucijada china

En noviembre de 2013, en el Tercer Plenario en la 18va. Asamblea del Comité Central del Partido Comunista Chino, se dio a conocer el plan para la reforma económica enfatizando que estas reformas serán el motor para los cambios en todas las dimensiones: económicas, sociales y culturales de los próximos años.

El 4 de marzo, en Washington DC, Zheng Xilin, polítologo de alto perfil en China y uno de los responsables del plan), destacó el papel que ha jugado la economía de mercado en el capitalismo para "desatar las fuerzas productivas", dejó claro que el nuevo modelo chino busca usar la misma estrategia. El mercado pasará de jugar un rol "básico" a un rol "decisivo" en la locación de recursos estatales chinos, y en el futuro serán las empresas -no el Gobierno- quienes decidan. China espera alcanzar, en aproximadamente cuatro años, el mismo nivel de consumo de los EE.UU. El mercado estará basado en una economía mixta, el sector privado podrá comprar acciones y adquirir poder de voto en las empresas estatales y se permitirán pequeños y medianos bancos privados. China ha empezado a expandir sus redes bancarias a países en vías de desarrollo, en febrero entró en funcionamiento en Perú el Banco Industrial y Comercial de China, y en 2012 el mismo banco adquirió el 80% del Standard Bank en Argentina, está presente en Brasil y tiene planes en Chile.

Otra reforma importante tiene que ver con un nuevo sistema de manejo de la tierra. En adelante, los campesinos chinos podrán hipotecar, usar como garantía y transferir sus tierras. Se espera que en los próximos 10 a 20 años, 200 de los 260 millones de trabajadores del campo, pasen a las industrias secundarias y terciarias. Esta transferencia ya ha empezado.

Sorprendentemente, el 4 de marzo en Washington DC., Zheng Xili no dijo ni una palabra sobre los efectos "no deseados" del crecimiento económico, el cambio climático, la contaminación del aire y del agua, el agotamiento de recursos naturales e impactos sociales del capitalismo o del "socialismo con características chinas", pero un día después en Pekín el primer ministro Li Keqiang si lo hizo. En la apertura del Congreso Nacional del Pueblo, Li Keqiang mostró preocupación sobre los impactos ambientales de mantener un 7,5% de crecimiento anual (menos que años anteriores) y dijo que China declarará la guerra a la contaminación que es "la alerta roja de la naturaleza contra un modelo de desarrollo ciego e ineficiente".

Queda por ver si la realización del "sueño chino" vendrá de la mano de la intensificación de la crisis ambiental que ya vive el planeta; o si por el contrario, como un buen ciudadano global, China está dispuesta a reconocer y respetar los límites del crecimiento, a mejorar y cumplir con normas para inversiones y la ejecución de los proyectos, a invertir en tecnología e innovación para la conservación ambiental, a crear incentivos y a abandonar las prácticas depredadoras de la extracción de recursos naturales a gran escala.

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