¡Antes que nada, que pronto regresen Javier, Paúl y Efraín!
Ahora la pelota está en la cancha de los empresarios. El gobierno se ha comprometido seriamente a reducir el tamaño del Estado para disminuir el déficit fiscal y el sector privado seguramente se comprometerá a ser más productivo y crear empleos adecuados, porque salir de la crisis conviene a todos. Ahora ya sobran las palabras y se precisan hechos para cimentar la confianza y obtener resultados verificables y medibles. Es tiempo de contemporizar, enfocar al bien común y no insistir en debates interminables que afectan negativamente a las expectativas económicas.
Los empresarios ecuatorianos ya podrán ser más competitivos en un ambiente amigable y probablemente algunos traerán sus excedentes al territorio nacional, mientras que los inversionistas extranjeros podrán hacer buenas utilidades en alianzas público privadas. También aquellos exportadores que no internan todos los dólares de sus exportaciones tendrán oportunidades de invertir en nuevos proyectos para inclinar la balanza hacia la eliminación del impuesto a la salida de capitales, tal como ha ofrecido el gobierno. Y ya es hora que los banqueros den más créditos a bajas tasas de interés a las medianas y pequeñas empresas.
Algunos importadores que aún sub facturan para pagar menos aranceles dejarán de hacerlo si las autoridades aduaneras logran un sistema ágil de valoración justa de las mercaderías, que precautele a los comerciantes honestos. Si esto se consigue no será necesario subir aranceles porque encarecerán la vida en un contexto de bajo crecimiento por el ajuste de gastos del gobierno.
A su vez los trabajadores deben comprender que es necesario facilitar la colocación de nuevos empleados en condiciones compatibles con la especificidad de ciertos sectores productivos, porque una oposición ciega puede mantener el estancamiento del empleo adecuado. Apoyar nuevas formas de trabajo, sobre la base de la justicia y el respeto a los derechos es algo necesario, que conviene a todos en este momento.
Para disminuir los subsidios a los combustibles sin afectar a la gente pobre es estratégico consumir la hidroelectricidad barata que nos sobra y sustituir los buses urbanos y los taxis con automotores eléctricos, porque el auge de la industria ecológica ya ha empezado y no podemos darnos el lujo de desperdiciarla.
Finalmente, nadie puede estar en contra del objetivo de frenar el endeudamiento agresivo y reestructurar la deuda contraída, pues todo es revisable y nada está escrito en piedra. El problema es lograr que los acreedores estén dispuestos a hacer concesiones o a bajar el costo del nuevo financiamiento si no ven un programa de desarrollo viable y confiable en el tiempo, en donde fundamentalmente la tasa de crecimiento de la economía sea mayor que la de la deuda.