Emerson

Faltan poco menos de 10 minutos para que empiece el concierto y no más de un centenar de personas esperamos en nuestros asientos a que uno de los grupos de cámara más importantes del mundo –el Cuarteto de Cuerdas Emerson– salga a tocar en el escenario del Teatro Sucre.

Además de la música, sus integrantes también escogieron un nombre afortunado para su grupo de cámara, el del filósofo Ralph Waldo Emerson. ¿Por qué lo habrán hecho?

Emerson es una figura peculiar del pensamiento occidental moderno. Fue uno de los primeros –junto con Schopenhauer– en estudiar filosofías orientales como el budismo y el taoísmo, que durante la primera mitad del siglo XIX eran consideradas como supercherías elegantes.

Ese contacto con el pensamiento oriental hizo que la filosofía de Emerson se inclinara por la búsqueda de una verdad autorrevelada antes que impuesta por una autoridad eclesiástica. (En aquella época, la verdad estaba en la religión).

Emerson fue ministro en una iglesia y dio sermones los domingos, pero decidió abandonar su cargo y rechazar la imposición unilateral de verdades absolutas que él sentía se practicaba en el seno de su agrupación religiosa.

En una charla famosa dictada en Harvard en 1838 –en donde había estudiado teología– se pronunció en contra de institucionalizar la religión mediante una compleja burocracia clerical y verdades escritas por la cúpula de ese clero. (Aquel sermón provocó tanto escándalo que Emerson no fue invitado a Harvard durante 30 años. Actualmente existe todo un edificio que lleva su nombre, muy cerca de Harvard Yard).

Emerson inventó el principio de “confianza en uno mismo” para resolver los dilemas vitales que atenazan a las personas. Mediante el estudio y la reflexión propia todos seríamos capaces de encontrar, en nuestro fuero interno, las respuestas a los problemas que enfrentamos diariamente, dijo aquel filósofo.
Emerson nunca fue un relativista, sino alguien que vivió bajo principios morales muy estrictos. Pero tampoco fue un moralista con arrestos para acusar de corrupción a cualquiera que no hiciera lo que él.

La directora del Teatro Sucre, Chía Patiño, explica el repertorio que nos aprestamos a escuchar: el cuarteto #14 de Beethoven, que lo escribió cuando estaba completamente sordo; y el cuarteto “La muerte y la doncella”, de Schubert, compuesto pocos años de la muerte de aquel músico, por cirrosis.

Nos arrellanamos en el asiento y se levanta el telón. Cuatro músicos vestidos de negro se instalan en el escenario mientras el recinto se llena de aplausos. “La música (….) nos susurra pequeños secretos sobre quiénes somos”, dijo Emerson. Al escucharlos, entiendo por qué este cuarteto escogió un nombre tan adecuado.

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