El domingo 30 de mayo se realizarán en Colombia las elecciones presidenciales, que constituyen por cierto un hecho importante en el marco democrático institucional de nuestro vecino del norte. Y la atención de los países de la región puesta en la culminación de este proceso se acrecienta por las repercusiones que podría generar el resultado electoral.
Bien se conoce que la Corte Constitucional, con fecha 26 de febrero último, declaró ilegal la propuesta encaminada a propiciar una tercera candidatura del presidente Álvaro Uribe, mediante una reforma constitucional. Al concluir su segundo período, con un elevado índice de aprobación nacional, el Mandatario abrió las puertas a la candidatura del señor Juan Manuel Santos, ex ministro de Defensa del Régimen, quien prometió continuar la línea política del uribismo, que se expresa en la “seguridad democrática”. Partidario de emplear mano dura en el ejercicio del poder, especialmente contra los alzados en armas y los narcotraficantes, declaró sentirse orgulloso del bombardeo a Angostura (1 de marzo del 2008), que no fue otra cosa que la violación de la soberanía territorial del Ecuador. En respuesta a una interrogación periodística, dijo además que no dudaría en repetir esta vulneración del derecho internacional, entiendo que en nombre de la legítima defensa. Esta conducta se enmarca en la política instaurada por la administración Bush, del ataque preventivo contra el terrorismo internacional, sin respetar la soberanía de terceros países. En estos últimos días, sin embargo, cambió su discurso por un ademán pacifista.
Del amplio elenco de candidatos presidenciales, el que comparte la opción de triunfo es Antanas Mockus, quien ha logrado un empate técnico con el señor Santos, según las encuestas, y hasta la expectativa de victoria en la segunda vuelta, mediante una publicidad sustentada en valores éticos un tanto olvidados. El señor Mockus, matemático y filósofo, dos veces alcalde de Bogotá, ha desplegado una campaña dinámica y novedosa, al extremo de que el señor Santos acudió a los servicios del señor J. J. Rendón, un personaje venezolano conocido como “rey de la campaña negra”, por razones que huelga señalar. Mockus ha tenido expresiones ponderadas y serenas en el delicado tema de las históricas relaciones con el Ecuador.
Ecuador y Colombia han estado, hasta hace poco tiempo, empeñados en un ciclo de normalización plena de sus relaciones diplomáticas, actualmente a cargo de sendos encargados de negocios. Pero el proceso electoral ha puesto un comprensible compás de espera en este asunto de interés común. El pueblo colombiano tiene la palabra. Pero sea cual fuere el resultado, ambos mandatarios tienen que restablecer la confianza mutua, en un marco de respeto recíproco y de madurez política.