Onceno es una palabra antigua para decir décimo primero y de alguna manera parece un nombre adecuado para el acuerdo adicional al que deberían llegar el gobierno y los indígenas.
Porque bajo el supuesto, tremendamente optimista, de que salga humo blanco de las diez mesas de negociación en las que están negociando temas imposibles de cumplir, entonces, será necesario firmar un décimo primer acuerdo, el acuerdo sobre “los costos de los acuerdos”.
Porque algún día tenemos que madurar como país y una parte importante de ser adultos es tener conciencia de los costos de nuestras acciones. Y estos acuerdos van a tener costos importantes.
Por lo tanto, el onceno acuerdo debería contener un texto de este tenor: “Las partes involucradas reconocen, como adultos que son, que todo lo acordado tendrá un costo. Y si hemos llegado a estos acuerdos es porque creemos que los beneficios son mayores, porque nos han presionado para aceptar o porque no nos importa que las generaciones futuras terminen cubriendo lo que aquí decidimos”.
Y luego debería haber un desglose de costos, punto por punto. Algo que hasta podría dar espacio a un ocasional uso de lenguaje técnico como “Las partes reconocen que el subsidio a los combatibles implica un costo de oportunidad que, al precio actual del petróleo, es de aproximadamente 500 millones al mes. Estos recursos, por lo tanto, no estarán disponibles para educación, salud, seguridad o vialidad. Tenemos conciencia que, además, fomentan el contrabando, la contaminación ambiental y benefician más a los ricos.”
También habría espacio para lenguajes floridos como “Hermanados, todos reconocemos que los especuladores son un mito y que el control de precios no sirve, excepto para darnos votos a quienes lo promocionamos. Pero como hay elecciones en seis meses, percibimos que justifica los costos”.