En su casa no hay internet. El papá tiene un teléfono celular con un mínimo plan de megas y tres niños escueleros de grados distintos. Los tres niños tienen que conectarse por cuatro horas en un Zoom y casi tienen clase al mismo tiempo. Los papás deben mandar la evidencia, es decir, la foto de la pantalla donde está el niño. O la foto del niño leyendo. O la foto del niño escribiendo. Los papás, como policías-inspectores de los chicos, viendo si han hecho la tarea, mandando la foto y la evidencia para llenar el portafolio. Del otro lado, la profesora está igual: sin internet, con su teléfono, haciendo lo propio con sus alumnos y con sus propios hijos.
Los adolescentes (los que pueden, claro) hartos del Zoom, del Teams, del Jitsi meet, del Whatsapp, sin ver a sus compañeros, sin jugar, sin estirar las piernas y sin entender nada. Agotados. Hartos. Con el futuro hipotecado.
4,6 millones de niños y niñas están afectados por el cierre de las escuelas debido al covid-19. Según Unicef apenas el 37% de los hogares en Ecuador tiene conexión a internet, es decir, 6 de cada 10 niños no pueden estudiar. En zonas rurales, donde solo 16% de los hogares tiene conectividad o insumos , el tema es más grave.
Iniciativas pedagógicas de tele-educación como A prender la tele (programa apoyado por Unicef, con 98 capítulos la primera temporada y 252 la segunda) son como la gota de agua en el desierto, pero para que funcione la tele, también se necesita internet hoy en día. A muchos rincones del país no llega la señal.
La educación pandémica ha sido un caos. Algunos padres han preferido no matricular este año a sus hijos en la escuela o el colegio y enseñarles en casa algo más que lo que pueden aprender en este sistema online que ha debido improvisarse y adaptarse por la pandemia. Así también algunas comunidades se plantean tutorías voluntarias e invitan a los estudiantes universitarios a una minga por la educación. Una profesora —Carolina Espinoza—fue condecorada por ir a buscar a sus alumnos en bicicleta para darles clase (y estuvo dos meses sin salario…). Una pareja de maestros está dando clases a sus alumnos, por grupos, en los parques de Durán, con megáfono. Esa ha sido la buena noticia de ayer.
Mientras la prioridad de todos es que se mueva la economía, que se abran los negocios, que los carros circulen —y ahí sí intervienen desde los municipios hasta las cámaras y todos los sectores productivos— la educación sigue parada, detenida.
Las pocas iniciativas que responden a la vocación de maestros considerados héroes o de la sociedad medianamente organizada merecen atención. En la agenda política este tema no parece tener importancia, seguramente porque la mejor forma de tener a una sociedad dominada es tenerla en la ignorancia.