La campaña electoral llega a su fin la próxima semana. La confrontación política no pasó a mayores entre los partidarios de los candidatos. Se han superado episodios tristes del pasado.
La contienda ha carecido de equidad en los espacios públicos, con el evidente uso del aparato estatal al servicio del candidato-Presidente.
Si hay algo que caracteriza a esta campaña es la ausencia de debates y la frialdad y distancia en la sana confrontación de ideas.
El lunes, un hecho de sangre empañó una manifestación programada en Quinindé cuando un sujeto, aparentemente desquiciado, apuñaló a varias personas. Dos de ellas murieron y siete quedaron heridas. Rafael Correa, sensible e impresionado por el suceso horroroso, suspendió la campaña, visitó a las víctimas del crimen y agradeció las palabras de solidaridad de los candidatos adversarios. Es lo lógico y así se debe proceder. Pero pese a la ponderación que guardó el candidato-Presidente, algunos de sus coidearios se salieron de casillas -y no es la primera vez- en su reacción en las redes sociales. Hablar de algún atentado, imaginar un complot del imperialismo y soltar palabras sin fundamento no se compadece con la realidad y con la ponderación que debieran guardar candidatos que han llegado a altas funciones y burócratas que ocupan cargos y ostentan títulos académicos.
Fue un lamentable hecho aislado de violencia, y que amerita reacciones meditadas.