La factura de los daños producidos por los sismos que sufrió un sector de la capital se expresa en la ruta Panamericana Norte.
El dolor por la pérdida de vidas humanas no se cura. Además, las secuelas de los daños materiales llevaron a un corte de la vía durante varios días, en tierra deleznable, donde los taludes desprendidos causaron estragos y accidentes.
La operación de ingeniería emprendida por las autoridades nacionales llevó a la interrupción del tránsito en el sector comprendido entre el peaje de Oyacoto y el puente sobre el río Guayllabama.
Como resultado de este corte, la población de Guayllabamba quedó aislada de la capital. Los vecinos de esa localidad, que deben ir diariamente a la capital, tienen que dar una vuelta muy larga. Los estudiantes, que iniciaron clases y estaban inscritos en Quito, están sometidos a madrugadas insufribles. Los restaurantes y locales de venta de frutas y aguacates -el producto preferido de la zona- padecen los estragos de ingentes pérdidas económicas y descomposición de los productos perecibles. En fin, toda una cadena de consecuencias de los varios movimientos de hace semanas.
El corte, que será parcial, hasta habilitar la vía en un solo carril, será seguido de trabajos que en principio se estimó de 14 meses, por la ampliación de la ruta.
El bloqueo para los viajeros que vienen a la capital desde la Sierra norte supone largos periplos por la vía E35, muy congestionada. Una vez más queda en evidencia la fragilidad vial del país. La gente se llena de paciencia; no hay remedio.