Ayer fue un día triste para el periodismo ecuatoriano, cuando se vivió el episodio más grave. El 13 de abril de 2018, el entonces presidente, Lenín Moreno, confirmó la peor de las noticias: los tres compañeros de EL COMERCIO, Efraín Segarra, Javier Ortega y Paúl Rivas, secuestrados en la frontera norte, fueron ejecutados.
En la víspera, el Presidente se encontraba en Lima para participar de la Cumbre de las Américas, pero regresó al enterarse de la noticia. Aquella mañana del 13 de abril, sus compañeros del Diario, colegas de otros medios y muchos ciudadanos se concentraron en la Plaza de la Independencia -con la leve esperanza, que solo el aferramiento a la vida entiende- para escuchar lo que ya sabían. Por los altoparlantes, el Presidente confirmó que los tres habían sido asesinados. Y hubo una congoja general.
Tres personas fueron asesinadas por cumplir su trabajo. Viajaron a esa zona como parte de un trabajo sostenido durante años por este Diario, sobre lo que ocurre allí, sobre todo tras la firma de la paz con Perú, que ha vivido un perpetuo abandono de parte del Estado. Y el país tiene el derecho a conocer -y los medios, el derecho a informar- lo que ocurre en los distintos ámbitos de la vida nacional y de sus ciudadanos, en las distintas regiones.
No solamente fue un día triste. También fue un día en que, pese al dolor, los periodistas ratificaron su compromiso con este oficio como homenaje a los tres. Pero las heridas se mantienen, por la poca respuesta que se ha recibido a varias preguntas. ¿Qué fue lo que pasó? ¿Qué errores se cometieron en los diálogos para lograr su libertad? ¿Por qué no se conoce todo lo que ocurrió desde el día del secuestro, el 26 de marzo?
Los familiares habían acudido hasta la Corte Constitucional para pedir que se desclasificara la información, en julio del año pasado. Hasta ahora no ha habido ningún pronunciamiento.
“Siempre nos faltarán tres”, quedó como frase emblemática de aquellos tristes días. Pero también nos queda, como homenaje a ellos, el compromiso de hacer un mejor periodismo. La valentía y el sacrificio de Paúl, Javier y Efraín lo ameritan.