Con frecuencia, las autoridades nacionales detectan embarcaciones que transportan droga por vía marítima. El control es complicado.
Desde pequeñas lanchas hasta submarinos con autonomía de navegación de varias horas suelen ser interceptados en aguas ecuatorianas.
Decenas de pescadores presuntamente reclutados por los delincuentes como señuelos u operadores del transporte de drogas hacia el norte han caído en manos de las autoridades.
Cabe reconocer que la vigilancia marítima es más complicada. Se requiere de sofisticados equipos con tecnología de punta, radares y embarcaciones de rápido desplazamiento para capturar a los delincuentes.
Las autoridades revelan los esfuerzos para bloquear los viajes clandestinos pero la limitación es evidente por la inmensidad del mar y las argucias de navegación de los narcotraficantes para sortear los controles en los límites marítimos binacionales.
Los esfuerzos combinados de la Policía y la Armada son denodados. Pero las estadísticas promedian una relación de cinco a uno. Por cada embarque detectado hay otros cuatro que logran evadir los controles.
Informes internacionales señalan la complejidad que supone para Ecuador el hallarse geográficamente entre dos países productores de droga: Perú y Colombia. Otro gran reto para nosotros que demanda preparación, esfuerzo y equipamiento.