El proceso de destitución de la presidenta Dilma Rousseff (ahora suspendida) parece entrar en la recta final.
Quiso el destino que una vez que concluyan los Juegos Olímpicos, que tienen todas las miradas del mundo en Río de Janeiro y en ese gran país, el ‘impeachment’ (juicio político) llegue a su etapa final.
Será el fin de una agonía política de ocho meses que empezó en diciembre con las denuncias de corrupción en el desempeño de altos cargos, como delegada presidencial en Petrobras.
La corrupción no solo ha salpicado el mandato de Rousseff sino que alcanza al expresidente Lula da Silva, desde el escándalo del ‘mensalão’ hasta el ‘lavajato’.
El domicilio del expresidente fue allanado y el intento de la Presidenta de salvar a su mentor y líder del Partido de los Trabajadores (PT) nombrándolo Jefe de Gabinete fue contraproducente y desembocó en la catarsis de mayo, cuando una fuerza aliada del PT le dio la espalda y la Presidenta fue suspendida por 180 días.
Pero su sucesor temporal, Michel Temer, no la ha pasado mejor. Sufre señalamientos por corrupción; ha tenido que afrontar manifestaciones y una silbatina inolvidable en la inauguración de los Juegos en Río.
La imputación a Lula y la votación del Senado parecen hasta ahora marcar el destino de Rousseff.
Para la destitución se requieren dos tercios de los votos. El caso entraría así en breve en la recta final.
Que prime la justicia y que la independencia de poderes rescate la institucionalidad del gran país.