El riego trae esperanza para el norte de Pichincha

Una lucha eterna por el agua, que es vida, tienen millones de habitantes del planeta. Pedro Moncayo, al norte de la provincia de Pichincha, la sufrió.

La metáfora manida de morirse de sed junto a la fuente, para los habitantes de las 12 000 hectáreas del sector rural aledaño a las ruinas de Cochasquí y de Cayambe, fue una realidad que costó una espera larga y tediosa.

Este jueves, los 67 kilómetros del canal de riego llevaron un caudal de agua adecuado de una fuente natural envidiable: la laguna de San Marcos. La laguna tiene una cota de 3 000 metros sobre el nivel del mar.

El volcán Cayambe es tributario del agua de la laguna -tiene un caudal de más de 10 millones de metros cúbicos- por varios ríos, el San Pedro, Arturo y Baquerón.

Los vecinos de parroquias como Olmedo, Tupigachi, Ayora, La Esperanza, Tabacundo, Malchinguí y Tocachi, con una población de alrededor de 10 000 personas, han esperado con paciencia cuatro décadas.

En esas bastas zonas agrícolas la provisión de agua podría hacer fructificar sembríos de papa, maíz, cebada, hortalizas y algunos granos y, por cierto, la pastura para el ganado.

La fecundas zonas agrícolas pueden transformar la vida de la gente con más cantidad y calidad de productos para abastecer los mercados cercanos de Quito y sus alrededores, y dejar recursos muy importantes para agricultores y campesinos.

El ofrecimiento del agua para riego se ha escuchado en varias campañas políticas presidenciales desde el retorno a los gobiernos civiles. Pero el agua no llegó sino hasta esta semana.

Un acto con presencia de campesinos y agricultores y pequeños ganaderos de Pesillo y San Pablo Urco se llevó a efecto para anunciar la buena nueva de una antigua aspiración.

De hecho, viejos comuneros se dejaron ir la vida esperando el agua ansiada. Ahora es realidad. La idea del Consejo Provincial de Pichincha es involucrar a los comuneros en el manejo y la administración del agua.

La cabal distribución del recurso es clave para dotar de riego a las zonas productivas que pueden transformar la realidad socioeconómica.

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