Esta semana se produjo un cambio anunciado en la Presidencia de la Federación Ecuatoriana de Fútbol.
El largo mandato de Luis Chiriboga estuvo salpicado de polémicas y de logros deportivos. La clasificación a tres mundiales, la incursión en el primer Mundial femenino y varios títulos en categorías juveniles quedan escritos. Pero también un pasivo.
La idea de perpetuarse en el poder -tan común en los líderes políticos- no es ajena al fútbol: los casos de Havelange y Blatter en la FIFA o Grondona en el balompié argentino lo ilustran.
En el caso local, para conseguir los votos, muchos representantes provinciales sin incidencia ni protagonismo en la primera categoría tenían el poder.
Se denunciaron prebendas y clientelismos para alcanzar las reelecciones. Ese será uno de los retos del hoy presidente Carlos Villacís, acompañante de Chiriboga todos estos años, quien deberá demostrar buen pulso e independencia de su antecesor para dar un giro.
Los males del fútbol nacional no se limitan a la elección de los dignatarios de la Federación. Es materia de debate el poco eficaz sistema de los derechos de transmisiones de televisión, sobre los cuales varios clubes reclaman sus haberes. Hay de por medio una idea de los equipos profesionales para dar paso a una Liga de Fútbol, decidir sus derroteros, manejar su economía y hacer que los aficionados retornen a los estadios.
Todo ello, además de la deriva del FIFAgate y lo que se ventila en la justicia.