La tarde del domingo se apagó la vida de Julio César Trujillo. 88 años de entrega fecunda a la patria y sus demandas.
Bastó un año de compleja y hasta polémica labor para sentar las bases de la reconstitución institucional.
El país fue demolido en su esencia como sociedad democrática y casi sucumbe a los afanes del caudillismo autoritario y su modelo de poder.
En la tarea de la entidad a cargo de Julio César Trujillo, el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social transitorio, hubo errores, pero los aciertos son de magnitud.
Pero es verdad también que el tejido siniestro que labró la visión del modelo de concentración de poder dinamitó procesos y penetró en los resquicios de entidades cruciales.
Cuando Trujillo y el Cpccs -t se disponían a cerrar su labor, un episodio hostil de fieles enemigos de la reinstitucionalización dejaron su grito destemplado, como para que el país no olvide y condene estas conductas antidemocráticas e irrespetuosas.
Trujillo se había trazado ya otra tarea. Tras tomar un corto respiro, se disponía a empezar la cruzada de recoger firmas para llevar a consulta popular la desaparición del Cpccs. Un organismo nefasto durante la década pasada, servil al correísmo.
Trujillo recibió en este año alguna crítica, pero su hoja de vida limpia muestra a un caballero de la política, intachable como los hay pocos.
Académico de quilates, político de vieja militancia en el partido Conservador, formó la facción progresista y luego se alió con Democracia Popular y CFP para dar el triunfo al binomio Roldós-Hurtado en 1979.
Luego se alejó sin aspavientos de la DP cuando la reformulación del ideario no compaginó con su visión.
Se acercó a los campesinos y trabajadores, fue abogado laboral, activista sincero por los derechos humanos y legislador de amplia trayectoria en dos asambleas constituyentes y en la Cámara de Representantes de 1979.
Vio en la defensa de la naturaleza otra batalla que librar contra los molinos de viento y se empeñó en ella.
En el último año se dejó la vida y dio al país el sólido legado de andadura acrisolada, de principios y honradez.