Causan confusión, por decir lo menos, las declaraciones políticas sobre los procesos integracionistas de los cuales forma parte Ecuador. El vicecanciller Kintto Lucas amenaza con la salida del país de la CAN, al tiempo de insistir en su visión sobre las relaciones con Europa, que define como contaminadas por posiciones neocolonialistas.
De su lado, Raúl Patiño, representante ecuatoriano ante el Parlamento Andino por el movimiento gobiernista, habla de un proyecto para convertir a Latinoamérica en una potencia mundial, sobre la base de la Unasur, que hoy por hoy no es un mecanismo consolidado de integración. Mucho menos se puede esperar de la Alba, de la cual también el país es parte.Mientras el frente político del comercio exterior parece haberse impuesto al frente económico, hay varios hechos de la realidad que obligan a reflexionar: Estados Unidos acaba de aprobar el Tratado de Libre Comercio con Colombia, después de varios años en los cuales la principal objeción fue la situación de los derechos humanos en ese país.
El Ecuador seguirá beneficiándose de las preferencias arancelarias andinas en sus ventas hacia el mercado estadounidense por 26 meses, pero los empresarios piden, y con razón, certezas para el futuro mediato.
No hay que olvidar la realidad subregional con dos vecinos que definieron sus esquemas comerciales con EE.UU. y Europa, mientras Ecuador sigue tardándose en consolidar su política comercial, que requiere al mismo tiempo revisar los esquemas de producción y productividad.
Es penoso que la gestión económica se concentre en vaticinar los precios futuros del petróleo, a elevar los tributos, a restringir las importaciones para equilibrar la balanza comercial y a calcular lo que se puede seguir gastando.