Los jóvenes y las mujeres, tal parece, tendrán una voz de mayor resonancia en los comicios presidenciales y legislativos del año 2021.
Cuando en este primer semestre los partidos políticos y movimientos van definiendo candidaturas y alianzas, hay otro campo primordial.
Ya no se puede hacer política, de modo contemporáneo, a la vieja usanza. Los grupos políticos deben tomar en cuenta a las mujeres y a los jóvenes. Es cuestión de ley pero también es cuestión de sintonía.
Para el caso de las mujeres, Ecuador es uno de los países donde primero se atendió al voto femenino. Toda una proeza en aquellos tiempos cuando Matilde Hidalgo no solo se impuso para cumplir su rol profesional sino que se acercó a votar exigiendo sus derechos.
Ha corrido mucha agua desde entonces. Ha habido candidaturas presidenciales, alcaldesas y prefectas, mujeres ministras y cabezas de listas en los partidos, pero se debe avanzar.
En las elecciones pasadas la presencia femenina creció hasta alcanzar el 47,9%. Mucho más de la exigencia legal y la progresividad para llevar la cabecera o alertar en paridad de género en las candidaturas.
El caso de los jóvenes es también un imperativo. Si de la población económicamente activa y de los votantes los jóvenes son cada vez más, su participación política ha sido limitada. Un total de cinco millones ochocientos mil votantes son millenials. La incidencia de la juventud en la sociedad es mayor, pero las expectativas y frustraciones son inmensas.
Los partidos y movimientos siempre han tenido juventudes y formadores, pero ahora se enfrentan a la exigencia de querer participar en los primeros casilleros, en vista de que la elección es en listas cerradas. Todas estas inquietudes se expresan en los procesos de pulso de pensamiento y organización que adelantan ya algunos partidos y movimientos.
Un reto tremendo para buscar un adecuado balance de juventud y experiencia y, por cierto, un equilibrio de género, sin discriminación positiva sino por méritos y participación de tanto juvenil cuanto de género.