El candidato de Creo-PSC recibió las preferencias de la mayoría de ecuatorianos en la segunda vuelta. Sus retos económicos y sociales son inmensos y una dispersión política en la Asamblea Nacional será un escollo con el que tendrá que lidiar.
La jornada comicial se realizó con gran calma y con pequeños errores organizativos. Visto está que, como dice el lema popular, la experiencia crea ciencia. Y bien hizo el Consejo Nacional Electoral en extremar medidas y hacer los ajustes respectivos.
La gente votó con un flujo constante y, salvo reportes puntuales, no se presentaron mayores aglomeraciones. En algunas zonas orientales, las lluvias se hicieron presentes, mientras que la mañana parcialmente nublada en Quito y otras ciudades ayudó a disipar el sofoco.
Tras el cierre de las votaciones, la voz de Lasso fue de conciliación y de inclusión. Tuvo frases de agradecimiento e hizo una serie de compromisos que seguramente se irán clarificando en los próximos días.
La segunda vuelta se caracterizó por ejercicios de campaña sucia y descalificaciones y ataques, en especial por las redes sociales y bien adiestrados ejércitos de trolls. Una vez terminada, debe venir un momento de reflexión y reconciliación.
La violencia verbal sustituyó esta vez a los enfrentamientos físicos que casi no se presentaron por aquello de la distancia social y la casi nula presencia de recorridos y caravanas presidenciales y casi ninguna manifestación de tarima, como fue tradicional en todas las campañas de la historia nacional.
Finalizados los conteos, cabe un llamado a la unidad, a la generosidad de espíritu para luchar todos juntos -vencedores y vencidos- por el progreso, la prosperidad, el trabajo, la libertad y la salud y la educación para las grandes mayorías.
Tenemos mucho que construir sobre la base del respeto al pronunciamiento popular de ayer en las urnas. Las declaraciones de Lasso y de su contendiente, Andrés Arauz (Unes), al final de la intensa jornada, hacen pensar que es posible un Ecuador con un derrotero común.