El Ministerio de Relaciones Exteriores dio otra señal en el camino correcto. La Academia Diplomática retoma la senda que la caracterizó.
Con un acto solemne y en aquella residencia del centro norte de Quito donde funcionó en años pasados, el canciller José Valencia dio los lineamientos generales de esta nueva fase.
Fundada en 1944 para otorgar fundamentos y seguir acompañando la formación de miembros del servicio exterior, la Academia Diplomática tuvo entre sus directivos y maestros a lo más granado y selecto del pensamiento y la acción en el complejo campo de la diplomacia.
Calidad, profundidad, visión del mundo y de las diferentes corrientes contemporáneas son consustanciales a la formación de embajadores, personal de las embajadas y cuerpos consulares.
La primera impresión de un país, su fachada, pero sobre todo su hondo contenido, se expresan vivamente en la calidad y el acervo cultural de los miembros del servicio exterior.
Personas con sólida formación académica, con experiencia en el ejercicio de sus funciones, con fina lectura del manejo de las relaciones y un estudio profundo de la geopolítica y de los países a los que son asignados para cumplir su misión por el Ecuador, es algo fundamental.
Pero así mismo la experiencia acumulada y transmitida en un centro de estudios de altísimo nivel, como fue tradicionalmente la Academia Diplomática, sirve a los objetivos nacionales de modo más eficiente y mejor. Esa es la cara amable pero firme, serena y profunda que el país merece proyectar.
Lamentablemente los tiempos oscuros, cuando se puso a la diplomacia al servicio de una visión ideológica, de mezquinos intereses, hicieron mucho daño al Ecuador.
Por fortuna existe en el país y en la Cancillería un músculo potente y un fondo conceptual suficiente para haber reparado el entuerto.
Con el relanzamiento de la institución y con el ideal de perseguir la excelencia en varios niveles formativos, se recuperarán, con seguridad, los pasos perdidos.