No se trata de un asunto de percepciones, muy subjetivas por cierto, o que se sobredimensiona. Las marchas en contra de la violencia, que se escenificaron en seis barrios de la capital ecuatoriana en un mes, constituyen la reacción de los vecinos frente al azote de la inseguridad en esos sectores.
Aunque las estadísticas de la Policía señalan que en Quito los delitos disminuyeron de forma considerable en el mes que termina, lo cual es una buena nueva que se destaca sobremanera, las marchas ponen en evidencia que la inseguridad persiste. Esta ha causado, de enero a mayo de este año, 46 homicidios (18% menos que en igual período del 2014), según los datos de la Policía del Distrito.
El problema, que tiene conexión con otros factores –como el microtráfico de sustancias ilícitas– también se evidencia en los testimonios de algunas de las víctimas –muchos de ellos cargados de crudeza– que EL COMERCIO publica casi a diario.
Las movilizaciones y los reclamos de los moradores deben entenderse como un llamado a las autoridades involucradas en el complejo e importante tema de la seguridad ciudadana.
Son un llamado –o un SOS– para que se multipliquen los esfuerzos, con el propósito de frenar a los individuos y clanes delincuenciales, responsables de robos a personas, de viviendas y de vehículos, y que operan en áreas tan diversas como Carapungo, Jardín del Valle, La Argelia, La Floresta, La Vicentina, etc. Los vecinos esperan, entonces, más acciones.