Luego de más de medio siglo de desencuentros políticos entre Cuba y Estados Unidos, la llegada del presidente Barack Obama a la isla caribeña es histórica.
En 1928 el presidente Calvin Coolidge visitó Cuba. Una relación que siempre fue tensa y especial, fue construyendo una marca de poder e influencia que hizo crisis con el triunfo de la revolución.
La definición de un sistema de partido único y las proclamas antiimperialistas fueron punto de choque. Durante la Guerra Fría y la crisis de los misiles la división se acrecentó. Aun luego de la Perestroika, Cuba y su dirigente Fidel Castro mantuvieron una disputa que parecía imposible de conjurar.
Pero hace 15 meses los anuncios de distensión, la nominación de embajadas y los gestos de buena voluntad abrieron el camino para este momento. La visita no superará de modo mágico hondos distanciamientos, pero la voluntad política puede reparar la confianza destruida durante tanto tiempo.
Para Obama, superar los obstáculos internos de los opositores más conservadores y aun las tesis maximalistas de la colonia cubana en Miami será el reto.
Para Raúl Castro, abrirse a unos cambios que se antojan demasiado lentos hacia una democracia con aspectos liberales, y especialmente la instauración de la libertad de pensamiento y expresión, podrían ser los principales muros a derribar.
Superar los límites y los prejuicios y construir relaciones de confianza: los retos del futuro inmediato.