Los profesores detectan en el aula las penas que arrastran algunos de sus alumnos. El maltrato infantil se produce en el hogar.
Los datos son escalofriantes. Pero si esas cifras llaman la atención, peor es tener conciencia de que los números que no se registran deben esconder un problema de fondo de mayores dimensiones.
Como la entrega de ayer, en cuanto al maltrato infantil en los hogares, en días pasados publicamos amplios reportajes sobre el abuso sexual infantil. En ambos casos, las huellas físicas a veces se pueden detectar y hasta sanar. Otras, quedan impregnadas en el alma y muchas veces salen a flote y con saña, años después.
Muchos expertos señalan que los padres maltratadores han sido a su vez maltratados de niños y no hacen sino reproducir las prácticas que en sus hogares parecían normales como parte del proceso educativo. Hasta hace poco escuchábamos aquello de que ‘la letra con sangre entra’ o ‘aunque pegue, marido es’. Lacras de la sociedad que reproducen la violencia y el machismo como natural.
Por eso es que afrontamos hoy como sociedad una tarea conjunta, en la cual los colegios, los profesores, los padres y los alumnos deben avanzar en sus niveles de información , reacción y defensa.
Es importante respetar como un templo el cuerpo de niños y niñas, predisponer a los infantes a su cuidado e intimidad y hacerlo incluso de personas que pueden ser de confianza y hasta familiares. En muchos casos se detectan allí los peores abusos.
Hoy la tarea es la prevención. Es urgente.