El drama de Anahí, de dos años y cuatro meses secuestrada en el sur de Quito, tuvo un final feliz cuando la Policía la halló en el Coca el miércoles y la entregó al día siguiente a sus padres.
No todos los casos de desapariciones de niños, empero, tienen igual desenlace. Un reportaje publicado ayer en este Diario trae cifras llamativas. La unidad policial dedicada a estos casos investiga la desaparición de 147 niños y jóvenes este año.
Desde luego, muchos de quienes son declarados desaparecidos son encontrados luego, pero hay otros que mueren o simplemente no se vuelve a saber de ellos. Desde 2014, 47 menores de edad han fallecido, 225 son investigados como desaparecidos y 27 692 han sido localizados.
La decisión de marcharse la toman niños y jóvenes por problemas familiares y maltratos, e incluso se dan casos en los cuales son llevados sin autorización por un miembro de la pareja tras una separación. Los problemas académicos y psicológicos son parte de las estadísticas.
Si bien se señala que no se han detectado bandas organizadas detrás de las desapariciones de menores, no hay que olvidar casos en los cuales la motivación ha sido la trata dentro y fuera del país, o la pornografía. Es un tema frente al cual no se puede dejar de tomar todas las precauciones.
En medio de este problema social que no se puede soslayar, llama la atención la persistencia de los padres -sobre todo de las madres- para no abandonar la búsqueda de sus niños desaparecidos. Una de ellas busca sin descanso a su hijo desde 1994. Otra, desde el 2012.
Pero hay que ir más allá de la iniciativa individual y de las marchas que organizan sin descanso las familias de estos menores. La colaboración ciudadana -que destacó el padre de Anahí- es indispensable, y se puede canalizar a través del sistema de búsqueda inmediata para aprovechar la tecnología y las redes sociales.
Si bien fue implementado en enero del año pasado, Alerta Emilia -así se llama el protocolo- operó por primera vez con Anahí. Hay que utilizarlo más. Policía y ciudadanía tienen ahí un cometido común.