Uno de los grandes problemas de los vecinos de Quito es el de la movilidad. El Metro puede ser la solución.
Para que opere el sistema de Metro -que estará listo en diciembre- se requiere una urgente y clara planificación. Un sistema integrado de transporte que vaya incorporando poco a poco a los casi 400 000 pasajeros del tren subterráneo.
Mientras vayan completándose los ajustes técnicos, la adecuación final de las paradas y la llegada de los trenes -locomotoras y vagones-, el Cabildo debe ejercer un liderazgo sólido y una planificación técnica.
No cabe que solamente se piense en subir el precio de los pasajes. Si bien las tarifas llevan años represadas, su servicio es deplorable. Las unidades viejas, las carrocerías deterioradas, los asientos poco amigables, el maltrato a los usuarios y las carreras en busca de pasajeros, dejan mucho que desear.
Sin méritos suficientes, los dirigentes solamente aparecen para reclamar el alza de tarifas y casi nunca para discutir acerca de un servicio digno para los usuarios.
Se requiere de unidades con excelente mantenimiento, sin que produzcan el humo contaminante, con chequeos permanentes de frenos y con un sistema cómodo.
Los pasajeros están cansados de la sustracción de carteras, billeteras y celulares, de los vendedores ambulantes y cantantes, de los volúmenes de altoparlantes ensordecedores.
En el ámbito de la gran planificación, la revisión de las rutas, la estrategia de alimentadores permanentes, que conecten a las zonas de los valles aledaños, el sur y el norte distantes, Oriente y Occidente, requieren de una ingeniería que debiera estar en marcha ya.
Solamente con una planificación y operación coordinada y técnica la mejoría se sentirá y la ciudad lo reflejará en la disminución de los exasperantes trancones, la circulación espesa y las horas de recorridos incómodos y molestos.
La buena idea del Metro debe ser una solución para coordinar aquellos 4 millones 600 mil viajes diarios que existen en la capital.