Un un proceso tan singular como maratónico, el pleno ‘virtual’ de la Asamblea Nacional interpeló a María Romo. 104 votos la destituyeron.
La composición de los votos y su extracción disímil revelan a las claras que estamos en vísperas de la corta e impredecible campaña electoral. Nadie quiere comprometerse con un Gobierno que está de salida.
Este Gobierno, que se auto impuso el membrete de ser de transición, agotó con Romo el último cartucho. Ella es quizás el último eslabón de la transición en su fase terminal.
Las reiteradas comparecencias de los ministros a la Asamblea -solamente María Paula Romo recuerda que han sido una cuarentena de veces – han desgastado la fiscalización.
El trance que afrontó la ministra con una derrota en la frustrada designación vicepresidencial y actuar de fusible frente a un pretendido juicio de Richard Martínez fueron su precio y su sacrificio postrero.
Como siempre ocurre, los argumentos para la interpelación juntaron desde el uso de bombas lacrimógenas caducadas hasta el investigado muñequeo por los hospitales y su manejo a cambio de votos para aprobar leyes. Pero solo el primer tema constaba en las causales del juicio.
Habrá que decir que, empero, si hubo alguna interferencia en la entrega del manejo de los hospitales como favor político, corresponde a la Fiscalía llegar a conclusiones o juicios.
La interpelación en el Ecuador tiene su historia en estas más de cuatro décadas de democracia. Proyectó a Febres Cordero a la Presidencia y le costó la derrota a Rodrigo Borja.
Jaime Nebot hizo oposición al gobierno de Borja con más de una decena de juicios políticos, según él justificados, pero exagerados.
María Paula Romo se defiende diciendo que cae porque impidió, con su accionar, el golpe de Estado.
Los juegos combinados de los votos de la Revolución Ciudadana, socialcristianos y parte considerable de CREO y otros votos, quedan en la historia de este juicio; habrá que medir si traen beneficios o pérdidas a interpelantes y fiscalizadores en la elección 2021 . El tiempo lo dirá.