La luz del diez de Agosto

El Diez de Agosto de 1809, Quito escribió una página que marcó su historia. Años después le sobrevino el apelativo con que se la conoce hasta hoy: ‘Luz de América’.

El mundo había escuchado las voces que en el siglo XVIII se alzaron por la libertad, igualdad y fraternidad. Años antes, América del Norte proclamaba la independencia de sus colonias. En Haití se encendió la chispa de la libertad cuyas proclamas cuajaban más tarde en Quito, en un puñado de patriotas que se atrevieron a alzar su voz.

El ideal de libertad llegaba para dar vuelta a la página de la Colonia y buscaba superar el despotismo y la ignorancia. El momento histórico marcaba la dominación francesa sobre España. Las colonias recibían los impactos de la dependencia y la desobediencia bullía. Una serie de intereses y juegos de poder se ponían sobre el tablero del Quito conventual mal gobernado. La Junta Soberana escribía su proclama en casa de Manuela Cañizares. Buscaba adhesión y exhibía sus ideas.

Los intelectuales jugaron su papel en honor a la tradición establecida varios años antes por las ideas de Eugenio Espejo, en sus Primicias de la Cultura de Quito.

Manuel Rodríguez de Quiroga decía, el 16 de agosto de 1809 , en la Sala Capitular de San Agustín: “Las leyes reasumen su antiguo imperio. La razón afianza su dignidad y su poder irresistible, y los augustos derechos del hombre, que no pueden quedar expuestos al consejo de las pasiones ni al imperioso mandato del poder arbitrario”.

Fue la semilla que se intentó enterrar con la matanza, casi un año después, pero que sembró la larga lucha por la independencia y la libertad. Esa libertad que, hoy como ayer, está en juego por avatares y acechos del poder político.

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